
*Magister en Gestión e Innovación Tecnológica y Magister en Ciencias Militares
Correo electronico: marevalonesge@edu.pe
Citar como:
Arévalo Najar, M. (2024). Historia conceptual del indigenismo: un análisis desde la
óptica militar. Revista Científica de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, 3(1), 44-61.
https://doi.org/10.60029/rcesge.v3i1art4
Enviado: 25 de Febrero 2024 Evaluado: 15 de Marzo 2024 Aprobado: 30 de Marzo 2024
Historia conceptual del indigenismo: un análisis desde la óptica militar
Arévalo Najar, Milos*
https://orcid.org/0009-0006-8709-4274
Escuela Superior de Guerra del Ejército, Lima, Perú
ISSN: 2520 - 7628 (Impreso), 2789-2514 (En línea)
https://doi.org/10.60029/rcesge
Revista Científica de la Escuela
Superior de Guerra del Ejército
Volumen III, Número I, Junio 2024
Resumen
La historia de los conceptos políticos y sociales es una metodología de la escuela alemana que
busca romper con el influjo clásico de los estudios históricos elaborados en base a ideologías;
cada lectura particular de un mismo evento histórico, puede desembocar en diversos fenómenos
sociales y políticos dependiendo del grupo intelectual que la realiza. El constructo del
indigenismo, no ha sido ajeno a este proceso; su interpretación por intelectuales marxistas, lo ha
convertido en una plataforma ideológica de alcance continental. El propósito del presente
artículo de revisión científica, es realizar un análisis crítico de la interpretación marxista del
indigenismo en el Perú, contrastándola con una interpretación de los hechos históricos que
busca ser más objetiva.
Palabras clave: Historia conceptual, indigenismo, marxismo, etnocentrismo

Cite as:
Arévalo Najar, M. (2024). Historia conceptual del indigenismo: un análisis desde la
óptica militar. Revista Científica de la Escuela Superior de Guerra del Ejército, 3(1), 44-61.
https://doi.org/10.60029/rcesge.v3i1art4
Arévalo Najar, Milos*
https://orcid.org/0009-0006-8709-4274
Escuela Superior de Guerra del Ejército, Lima, Perú
Conceptual History of Indigenism: An analysis from a Military Perspective
*Master's in Technology Management and Innovation and Master's in Military Sciences
Email: marevalonesge@edu.pe
Sent: February 25, 2024 Evaluated: March 15, 2024 Approved: March 30, 2024
ISSN: 2520 - 7628 (Impreso), 2789-2514 (En línea)
https://doi.org/10.60029/rcesge
Revista Científica de la Escuela
Superior de Guerra del Ejército
Volumen III, Número I, Junio 2024
Abstract
The history of political and social concepts is a methodology of the German school that seeks to
break with the classical influence of historical studies elaborated on the basis of ideologies; each
particular reading of the same historical event, can lead to various social and political phenomena
depending on the intellectual group that makes it. The construction of indigenism has not been
foreign to this process; its interpretation by marxist intellectuals, has turned it into an ideological
platform of continental scope. The purpose of this scientific review article is to make a critical
analysis of the Marxist interpretation of indigenism in Peru, contrasting it with an interpretation
of historical facts that seeks to be more objective.
Keywords: Conceptual history, indigenism, marxism, ethnocentrism

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un análisis desde la óptica militar
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1. Introducción
A nivel hispanoamericano, podemos observar el crecimiento de diversos movimientos de
pensamiento indigenista, apoyados en una ideología de reivindicación étnico-cultural del poblador
oriundo del continente americano. Este pensamiento es la génesis de una doctrina que cuenta con
su propia semántica filosófica, la cual deriva en una interpretación histórica conceptual particular.
La historia de los conceptos es una metodología de la escuela historiográfica alemana fundada por
Reinhart Koselleck, quien sostiene que “la propia historia social y sus alteraciones son las que
retroalimentan simultáneamente el cambio conceptual y viceversa. De este modo, los agentes del
discurso dejan de ser los grandes autores, pasando este papel protagónico a los movimientos
políticos y sociales, así como a los conceptos fundamentales con los que entretejen sus discursos”
(Basabe, 2023). Este fenómeno político y social tiene como área de influencia especialmente los
territorios que fueron dominio de los imperios Azteca, Maya e Inca. Para entender el indigenismo
como corriente, primero cultural y luego político-social, es necesaria la interpretación de los
factores que se conjugaron para dar lugar a los hechos históricos motivo del estudio. La categoría
teórico-política bautizada como “indigenismo” no tenía en sus inicios un significado
intrínsecamente político, pero existía como un problema social latente en las repúblicas nacientes
hispanoamericanas. Podemos encontrar este intento de vindicación en ciertos destacados
intelectuales de los primeros años de la independencia, como Hipólito Unanue. Sin embargo, con el
devenir del tiempo y a la luz de la interpretación del problema del indigenismo por intelectuales
marxistas, esta problemática estructural de las nacientes repúblicas hispanoamericanas terminó
transformándose en una sucesión de programas con objetivos políticos, varios de los cuales serían
realizados con el paso del tiempo, no sin dejar de causar, algunas veces, zozobra e instabilidad
donde estuvieran afincados en el imaginario colectivo de los pobladores, conformando
subcategorías de acuerdo a la región donde se presenten como fenómeno social y político.
Con la capacidad de convocar a miles de personas, estos movimientos han logrado ser lo
suficientemente organizados para desestabilizar regímenes democráticos legítimamente elegidos e,
inclusive, en algunos países de la región, tomar el poder. En la actualidad, podemos definir al
indigenismo como un movimiento político, sociológico y cultural de carácter continental, el cual
actúa sustentado en una percepción colectiva tanto de revanchismo como de una supremacía
ideológica de la cosmovisión indigenista sobre los valores occidentales de los estados-nación,
derivados de la independencia de la corona española en el siglo XIX. Para los intelectuales del
indigenismo, este constructo ideológico tiene un carácter de redención colectiva, producto de una
exégesis histórico-conceptual particular que debe ser correctamente entendida para su mejor
explicación.
En Ecuador, Andrade (2020) señala que desde el año 1986 el movimiento indígena se ha
constituido en un actor importante de la política de ese país, promoviendo consignas que en su
momento fueron claves para derrocar a gobiernos como el de Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. Este
movimiento extiende un panorama conflictivo latente en el tiempo; en octubre del 2019, los
indigenistas de ese país nuevamente protagonizaron una escalada de violencia de tal magnitud que
obligó al presidente Lenin Moreno a trasladar su sede de gobierno desde Quito a la ciudad de
Guayaquil (Banco Mundial, 2019). La violencia y guerrilla fueron planificadas, alcanzando la
capacidad de organización de guerrilla urbana, pudiendo llegar inclusive a desatar una guerra civil
(Izurieta, 2020).
En Bolivia Garay & Mendoza. (2015) narran cómo entre el 2003 y el 2005 fueron derroca-
dos dos gobiernos sucesivos producto de la denominada guerra del gas, que trajo como consecuen-
cia el encumbramiento en el poder del líder indigenista Evo Morales. A su vez, Neso (2013) amplía

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este escenario de conflictividad en retrospectiva desde el año 2001, cuando estalla lo que el autor
relata como el conflicto del agua. Previamente, en el año 2000, las coordinadoras representantes de
cocaleros y otras federaciones acuerdan unir esfuerzos. En adición a estos relatos, Soruco et al.
(2008) nos habla del enfrentamiento por el poder de dos visiones antagónicas en la interpretación
de la realidad histórica de la nación boliviana: la de los Collas de perfil indigenista y la de los
Cambas de tendencia económica liberal.
En el Perú, donde el movimiento indigenista adquiere un matiz de sentido y espíritu de
pertenencia regional, signado y delimitado por una organización anterior al Tahuantinsuyo, estallan
violentas manifestaciones tras la caída del régimen de Pedro Castillo, por un intento de golpe de
Estado fallido. Este mandatario de la izquierda radical peruana fue conducido al poder utilizando
diversos recursos propagandísticos, aprovechando la interpretación histórica marxista del
indigenismo. En este país, la figura del campesino está fuertemente ligada al indigenismo, tanto así
que en los Siete Ensayos de la Interpretación de la Realidad Peruana se refiere al problema agrario
como el problema del indio. Esta obra fue escrita por uno de los fundadores del Partido Socialista
Peruano, José Carlos Mariátegui (Mariátegui, 1928). Mariátegui es uno de los principales
intelectuales marxistas que transforma el problema social del indigenismo en un movimiento de
trasfondo político.
Al igual que en los sucesos relatados en Ecuador y Bolivia, las marchas que empezaron
como manifestaciones se tornaron en múltiples y bien organizadas secuencias de actos violentos.
Las acciones fueron múltiples y variadas, como el intento de toma del aeropuerto de la ciudad de
Arequipa (Panizo, 2022) o el intento de toma del aeropuerto de Juliaca (Redacción EC, 2023).
Inclusive, algunas ciudades quedaron aisladas durante semanas, como Puerto Maldonado
(Calloquispe, 2023). Las demandas de los pobladores, guiados por grupos de izquierda radical,
oscilaban desde la propuesta de nuevas elecciones hasta una nueva Constitución Política, tal como
sucedió en Chile en el año 2018 (Rivera-Soto, 2021). Esta última demanda es un persistente
propósito de la izquierda marxista peruana (Reuters, 2021). Los sucesos más violentos tuvieron
lugar en la región de Puno y Ayacucho, con decenas de muertos e, inclusive, el fallecimiento de seis
efectivos militares (France Press, 2023). La discursiva que alimentaba el antagonismo del indígena
contra el criollo de ascendencia hispana se había constituido en el principio articulador que
cohesionaba las voluntades de los manifestantes.
El escenario político se tornó aún más grave cuando de manera abierta sectores de la
población de la región Puno retan al Estado peruano, amenazándolo con una secesión territorial. En
esta región, los sucesos estuvieron caracterizados por el levantamiento de la bandera de la nación
Aymara (los aymaras eran los antiguos pobladores de la región del Collao anteriores a los Incas y
sometidos por estos últimos). Es aquí donde se forma una subcategoría del indigenismo en Perú,
signada por quienes se consideran descendientes de esta etnia. La interpretación de la historia del
indigenismo bajo el paradigma marxista provoca diversos escenarios de confrontación política. Los
intelectuales marxistas vienen construyendo sistemáticamente una hegemonía cultural indigenista
sobre la hegemonía de la civilización occidental cristiana, base de los estados nación
hispanoamericanos. Arévalo (2023) nos dice que existe un proceso de creación de un constructo
ideológico cimentado en lo que Gramsci denomina “hegemonía” y que, asimismo, la adaptación del
pensamiento de este filósofo estaría sirviendo de base para la creación de dicha supremacía cultural
e ideológica. Por tanto, la interpretación histórica conceptual de la escuela alemana de Koselleck se
constituye en una potente herramienta para descifrar el grado de objetividad histórica en el cual está
asentado el indigenismo.

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2. Metodología
El objetivo de la presente investigación, es analizar la historía conceptual que ha servido
de base para la elaboración del constructo indigenista y descifrar como la interpretación de este
fenómeno por parte intelectuales marxistas, ha sido capaz de cohesionar la voluntad de miles de
pobladores para obtener sus fines políticos, esto con la finalidad de subvertir las bases ideológicas
que sustentan las naciones hispanoamericanas. Para esto, se empleó el paradigma post positivista.
El pospositivismo, señala que la realidad es percibida de manera imperfecta, por la propia
naturaleza del ser humano, por tanto los hallazgos deben ser considerados como probables
(Ramos, 2015).
El enfoque empleado es el cualitativo, Strauss & Corbin, (2002), apunta que este tipo de
investigación, tiene como base diversos procesos de interpretación y tiene como próposito la
elaboración de conceptos y explicaciones teóricas. El método empleado es el hermenéutico. Behar
(2008), “es la ciencia de entender un escrito o acontecimiento , incluso aquello que no advirtió su
autor o actor” (p.48).
3. Desarrollo
El constructo ideológico del indigenismo en el Perú
Para la construcción de la hegemonía de un grupo, es necesaria la intermediación de un
grupo de intelectuales, aquellos que construirán las bases doctrinarias que otorgarán el sustento
teórico en el cual descansará dicha interpretación de la realidad que defiende ser la objetiva. Para el
ser humano, lo que se vuelve objetivo es necesariamente lo que es en sí mismo. El pensamiento que
prevalecerá es aquel que salte de lo subjetivo a lo objetivo (Hegel, 1999). Es aquí donde la élite
intelectual materializa este cúmulo de ideas, sensaciones y percepciones teorizándolas y
mezclándolas con su propia escala de creencias, las cuales están formadas por un conjunto de
valores, experiencias, enseñanzas, doctrinas e intereses propios.
Desde el ingreso europeo a la historia hispanoamericana, se afincan dos mentalidades: la
primera colonialista, que implica una interpretación de afuera hacia adentro, y la segunda
anticolonialista, cuya visión es en sentido inverso (Gonzales, 2011). En el caso de la conquista del
imperio de los Incas, recurriendo a la historiografía, podemos afirmar que los indígenas no podían
conocer ni suponer que junto a los soldados de Pizarro se erguía la amenazadora presencia de una
nación deseosa de conquistar el Nuevo Mundo (Rostworowsky, 1992).
Realizando una lectura política de este hecho, dos civilizaciones que nunca tuvieron
acercamiento y, por tanto, semejanza alguna, entraron en contacto. La primera, con la finalidad de
conquistar, subyugar y establecer una primacía política, religiosa, cultural y económica; la segunda,
fragmentada y sin un sentido de unidad lo suficientemente cohesionada. Al principio, nunca tuvo
conciencia alguna de lo que estaba realmente enfrentando, hasta cuando fue demasiado tarde; por
tanto, estaba destinada a ser vencida y sojuzgada. Sin embargo, la civilización hispana no trata de
desaparecer a las civilizaciones indígenas, sino que se fusiona con estas, evidentemente con la
supremacía de la civilización occidental, manifestada en el idioma, la religión y el acceso a los
cargos políticos más importantes por parte de los peninsulares. En América, se produjo una cultura
y una población en todo sentido mestiza, la cual fusionó lo amerindio y lo español en todos sus
aspectos, desde la alimentación, costumbres y hábitos cotidianos, hasta las más altas expresiones
artísticas e intelectuales (Parodi & Luján, 2014).

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En el período del dominio español comprendido en el siglo XVI, la monarquía hispana
otorga ciertos derechos a los indios, entre los cuales se les garantizaba un alto grado de autonomía
política, cultural y económica en la forma del control de la tierra, a cambio de subordinación e
impuestos (Walker, 2015). Con las reformas borbónicas, producto del cambio de dinastías en la
corona española entre los Habsburgo de origen austriaco y los Borbones de origen francés, se
produjeron una serie de cambios que terminaron debilitando la autoridad de la corona española
(Andrei, 2015). Estas reformas se convirtieron en una de las principales causas de la insurgencia y
levantamiento de José Gabriel Condorcanqui, más conocido como Túpac Amaru.
Detenernos y analizar brevemente la influencia de la rebelión de José Gabriel
Condorcanqui en la formación de la identidad del constructo ideológico del indigenismo es
importante. El impacto de esta rebelión remeció significativamente el virreinato del Perú. Walker
(2015) nos dice que los actos de brutalidad y conducta despiadada se dieron por ambas partes. Esto
habría marcado un antes y después en el período del dominio español en América del Sur. Su líder
es adoptado como uno de los símbolos del indigenismo a nivel continental, así mismo el
indigenismo alrededor de su figura ha desarrollado lo que Arteaga (2018) denomina como
sacralización y construcción de una religión con fines políticos, hasta el punto en que este personaje
histórico es tomado por el gobierno socialista de Juan Velasco Alvarado (1968-1975) como un
emblema y antecedente de la posterior independencia peruana. Incluso, su nombre es tomado por
grupos de tendencia marxista-leninista de la década de los 80 del siglo XX, uno de ellos
autodenominado como el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Otro grupo de tendencia
similar se formó en Uruguay, adoptando el nombre de los Tupamaros. Estos movimientos políticos
usaron la figura de Túpac Amaru bajo la lógica de la lucha de clases marxista, no obstante que la
rebelión dirigida por este personaje histórico nunca actuó bajo este esquema mental, teoría que no
existía siquiera en el tiempo de su insurgencia; no solo por ser anterior al pensamiento de Marx,
sino por los objetivos de su movimiento. Túpac Amaru y su esposa Micaela Bastidas eran
profundos creyentes religiosos católicos, siendo un golpe duro para ellos la excomunión del Obispo
del Cusco (Walker, 2015). Así mismo, debemos agregar que en 1777, Túpac Amaru se encontraba
en Lima, persiguiendo el reconocimiento de un título de nobleza español, el marquesado de
Oropeza; esto involucraba el reconocimiento de un supuesto trono inca con el mayorazgo que este
título implicaba (Cahill, 2003).
Este alzamiento, como muchas rebeliones históricas, de haber continuado con éxito por
su propia vorágine, pudo haberse transformado en un movimiento restaurador anterior a la llegada
de los españoles, sin embargo, ingresaríamos al terreno de lo especulativo; por cuanto no existe
evidencia que este fuera el objetivo de su líder; en consecuencia, no podemos denominar a esta
rebelión estrictamente como una revolución en el sentido que la concebimos actualmente. El
concepto de nación peruana mestiza, que conjugaba ambas civilizaciones en una nueva, no hubiera
podido estar presente en la psique de los seguidores de Túpac Amaru; simplemente porque el
concepto de nación libre e independiente, tal como la concibe la teoría política occidental y la
concebimos en nuestros días, simplemente no existía ni para Túpac Amaru ni para sus seguidores.
En los años de esta rebelión, tanto en Francia como en Estados Unidos, recién empezaba a tomar
forma el concepto de libertad tal como es concebido en nuestros días. En la civilización occidental,
el fenómeno político denominado revolución es reciente a pesar de las muchas guerras de liberación
contra opresores de todas las formas, tan antiguas como la historia de la humanidad; los
enfrentamientos bélicos rara vez tuvieron relación con el concepto de libertad (Arendt, 2006).
Uno de los bloques de análisis histórico que suelen soslayar los intelectuales marxistas es
el despotismo de las élites incaicas, en cuyo imperio nunca se respiró un ambiente siquiera
aproximado al concepto de libertad. Rostworowsky (1992) señala que la administración cusqueña

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exigía innumerables prestaciones de servicios a los curacas y jefes locales, como laborar en las
tierras del Sol, hombres para la mita guerrera, aportaciones de mujeres, artesanos para satisfacer las
demandas de la corte y mano de obra para las construcciones estatales. Al no existir moneda como
medio de cambio, los tributos eran pagados con la fuerza del trabajo de los hombres de las naciones
sojuzgadas. La caída del Tahuantinsuyo no hubiera sido posible si varios de los curacas y jefes de
macroetnías regionales no hubieran colaborado con los españoles en su afán de liberarse de la
presión estatal, así como de las continuas demandas de los cusqueños. Esto es confirmado por
Espinoza (1973), quien nos dice que sin la ayuda de las demás etnias, no hubiera sido posible
realizar la conquista del imperio incaico. Lo que existía entonces era un control absoluto de los
medios de producción del imperio. Este sistema económico basado en la fuerza de trabajo no fue
creación de los Incas, sino muy anterior a su dominio, si bien es cierto que la administración
cusqueña amplió su escala para poder sostener su vasto imperio.
Las reformas borbónicas fueron un agravio para Túpac Amaru y para los indígenas
instalados al sur del Cusco, por cuanto derruían su posición política, económica y social,
incrementando la mano de obra e impuestos; esto en la praxis implicaba que en el sur andino
aumentarían los tributos y el retorno de viejas prácticas como la odiada mita. Existió una ley que
merece especial atención, por la cual se afectaba el derecho de sucesión de los curacas. Por esta
reforma en particular, se afectaba el derecho de transferencia hereditaria del cargo de curaca de
padres a hijos, contra lo cual José Gabriel Condorcanqui lucharía denodadamente (Walker, 2015).
Para la mejor comprensión de esta rebelión, existe un factor importante, muchas veces
poco advertido, que influye en el pensamiento indigenista en general hasta la actualidad. Walker
(2015) nos dice lo siguiente: “los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega constituyeron
un texto fundamental de los rebeldes” (p.44). No obstante, el relato del Inca Garcilaso corresponde
a una idealización del Imperio del Tahuantinsuyo más que a un estudio estrictamente histórico.
Garcilaso atribuía a los Incas una misión civilizadora de los pueblos que paulatinamente dominaba.
Este es un hecho que constatamos en la revisión de su obra los Comentarios Reales. “La gente vivía,
como fieras y animales, sin religión, sin conocimiento de la agricultura; nuestro padre el Sol tuvo
lástima de ellos y envió del cielo a un hijo y una hija para que los civilizase” (Garcilaso de la Vega,
1609, pp.11-12).
Autores como Majfud (2007) sostienen que existen múltiples elementos ideológicos en su
relato y que menospreciaba a las culturas preincaicas. Para reforzar este concepto, historiadores
contemporáneos como Rostworowsky (1992) señalan que la arqueología ha demostrado que antes
del período de la ocupación de los quechuas fueron descubiertas largas secuencias estratigráficas
pertenecientes a la evolución de otras culturas anteriores a esta; en consecuencia, los incas en varias
ocasiones tomaron y adaptaron los logros desarrollados por estas culturas que los antecedieron.
Túpac Amaru fue vencido y ejecutado de una manera cruel, así como su esposa y más
cercanos colaboradores. La imagen de su cuerpo siendo tirado por cuatro caballos atados a cada una
de sus extremidades contribuyó a generar una poderosa imagen visual que hasta nuestros días
persiste en la psique colectiva del peruano, generando en muchos de ellos rechazo a lo que fueron
tres siglos de dominio español. Los españoles, en su afán de ejemplificar un severo castigo para
quienes pusieran en tela de juicio su dominio, crearon un símbolo contra la civilización occidental
y debilitaron su dominio hegemónico en la región sur del Perú.
Durante el nacimiento de la república peruana, intelectuales y políticos perciben este
problema de la dualidad de la identidad de la nación peruana. Un ejemplo de este hecho es el papel
de Hipólito Unanue, político y editor del diario “El Mercurio Peruano” de tendencia liberal

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republicana. Basadre (2014) nos dice que Unanue señalaba que la existencia del Perú es anterior a
la emancipación y, por tanto, debería implicar un sentido de continuidad entre ambas épocas; esto
significa honra y prestigio para la naciente república.
Así mismo, los indígenas como grupo étnico-social en las ciudades estaban confinados a
labores menores, siendo muy común que diversos intelectuales en sus escritos hagan referencia
descriptivamente de estas escenas: “Colmenares que Riva Agüero no conocía; tomó unos cuantos
indios que cargaban en la puerta del mercado” (Basadre, 2014, p. 37). Esta escena correspondía al
contexto de la narración histórica de la instauración del primer Congreso Constituyente de la
República del Perú.
El indigenismo en el Perú y la influencía del marxismo clásico
¿Cómo ingresa el indigenismo a la lógica de la lucha de clases marxista?, una estructura
que hasta antes del siglo pasado no había tenido. Este es un tema que requiere una cuidadosa
reflexión y está inevitablemente relacionado a la irrupción y esparcimiento del pensamiento
marxista a fines del siglo XIX y principios del siglo XX. La formación de un doble etnocentrismo
dentro del mismo territorio cimentaron los gérmenes del indigenismo. El etnocentrismo se define
como el recelo hacia los foráneos, así como la evaluación de las otras culturas en función de la
propia (Giddens, 2000).
Sin embargo, el problema del indigenismo, si bien era una cuestión social, no había
cruzado el umbral de la dimensión política hasta transcurrido el primer cuarto del siglo XX. Esta
cuestión latente toma un nuevo giro con la llegada del marxismo y su interpretación de los
fenómenos históricos a través del materialismo dialéctico, que no es sino, a decir del propio Marx,
la exposición de las contradicciones sociales que brotan de las leyes de producción capitalista
(Marx, 1867). El materialismo dialéctico es una interpretación materialista de la historia, que es en
realidad una interpretación económica de esta (Marías, 1941). Para Marx, el conocimiento social
del hombre, es decir, la filosofía, creencias religiosas y sistema político, era el reflejo del régimen
económico y las estructuras políticas son la superestructura erigida sobre la base económica (Lenín,
1913). Para la idea socialista, la dirección histórica ha pasado a las manos del proletariado y ha
llegado la hora de que cada miembro de la sociedad participe no solo en la producción, sino también
en su distribución y administración (Engels, 1877).
El marxismo clásico entrega a sus seguidores una interpretación político-económica de la
historia, al proponer una dualidad ambivalente del pensamiento político, esto mediante la
interpretación y uso de una eterna lucha de clases que se materializa en el dominio político de la
clase dominante. Este antagonismo entre clases dominantes y dominadas explica las relaciones de
poder entre los diferentes grupos sociales y estaba supeditada a las correlaciones económicas que
se trasladaban a las relaciones políticas. “El poder político, hablando en realidad, es la violencia
organizada de una clase social para la opresión de otra” (Marx & Engels, 1847-1848). Así mismo,
Marx sostiene esencialmente que la realidad es un producto de la materia; en este punto radica su
principal diferencia con Hegel. “Mi método dialéctico difiere del de Hegel no solo en los
fundamentos, sino en su antítesis directa” (Marx, 1867, p. 19). Los grupos sociales pueden cambiar
de nombre a través de la historia, pero la repetición del fenómeno de lucha de clases, según Marx,
es similar: amos y esclavos, señores feudales y siervos, capitalistas y obreros. Esta interpretación
política de la historia de la humanidad, sintetizada en el materialismo dialéctico, ha sido y es una de
las causas de la polarización del mundo desde la revolución rusa, prolongándose durante la Guerra
Fría y continua tan vigente como desde su descubrimiento.

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En Perú, el pensador marxista José Carlos Mariátegui es quien traslada el problema social
latente del indigenismo al campo político, interpretándolo de acuerdo a la visión de la lucha de
clases: “El período de nuestra historia menos atrayente ha sido el período incaico. Esa edad es
demasiado autóctona, demasiado nacional, demasiado indígena para emocionar a los lánguidos
criollos de la república. Estos criollos no se han podido sentir herederos y descendientes de lo
incásico” (Berrios, 1987). El alcance del pensamiento de Mariátegui es continental.
Giraudo (2011) relata que en 1940 en la localidad de Pátzcuaro, Michoacán, México, tuvo
lugar el “Primer Congreso Indigenista Interamericano”, y hace referencia a Perú como uno de los
países objeto de su estudio, por ser un país con una marcada preocupación por la cuestión indígena
(p. 23). Perú es un país clave para el desarrollo del indigenismo continental. A esas alturas existían
dos visiones para la solución del problema del indigenismo que estaban en disputa. La primera,
integracionista, en base a la asimilación del indio a la cultura occidental; Gonzales (2011) señala a
Víctor Andrés Belaunde como uno de los mejores defensores de esta posición ideológica: “El
problema del indio es un problema nacional y que la religión católica debería ser el elemento de
unión de los peruanos” (p. 136). La otra visión es la posición del marxismo clásico adoptada por
intelectuales peruanos que participaron en dicho congreso como Luis Valcárcel, Antonio Encinas y
José María Arguedas, que había sido germinadas teóricamente por José Carlos Mariátegui, quien
centraba la solución del problema del indio en la dimensión económica, más específicamente en la
tenencia de la tierra y en la liquidación de la feudalidad. En oposición a Víctor Andrés Belaunde,
Mariátegui remarcaba que la visión eclesiástica es la más distanciada de la realidad (Mariátegui,
1928), al especificar que el problema del indio se solucionaría con la expropiación de tierras que
pertenecían a los latifundistas, el pensador peruano simplemente aplicaba la doctrina de Marx
adaptando una de sus propuestas: “expropiación de la propiedad territorial y empleo de la renta de
la tierra para los gastos del Estado” (Marx & Engels, 1847-1848).
En Pátzcuaro, los expositores peruanos como Valcárcel sostenían que no se debe
incorporar al indio a la civilización europea, sino que se le debe dejar como apetezca; al igual que
Mariátegui resaltan que el problema del indio es económico (Gonzales, 2011). El mismo ponente
afirma que el ayllu, que fue la célula de la vida económica y social del hombre andino desde
tiempos ancestrales, debiera ser mantenido y protegido (Valcárcel, 1940). Se denominaba ayllu a la
organización social de los incas sustentada en vínculos de un origen común, territorialidad,
parentesco o propiedades comunales (Escalante & Valderrama, 2020). Esta organización de los
medios de producción es anterior a los incas y propia de las culturas andinas. El concepto de
propiedad privada europeo era inexistente, la organización de los medios de producción obedecía a
una asignación temporal de la tierra y ganado (Noejovich et al., 2020). La mita era la prestación de
servicios, empleada para efectuar trabajos rotativos por ciclos en momentos determinados. Existían
mitas agrarias, mineras, guerreras y pesqueras; es decir, abarcaban el sustento de todos los campos
de la actividad económica humana, incluyendo el de la guerra (Rostworowsky, 1992, p. 237).
Esta organización de los medios de producción es frecuentemente idealizada por los
intelectuales del indigenismo, otorgándole una mayor eficiencia para satisfacer las necesidades
básicas de la población, se trataba de un modo de producción colectivista y, por tanto, más cercano
al socialismo. “El capital es un producto colectivo, solo puede ser puesto en marcha por la actividad
conjunta de la sociedad” (Marx & Engels, 1847-1848). En contraste, los españoles introdujeron
nuevas instituciones como la moneda, el trabajo asalariado y la hacienda agropecuaria (Noejovich
et al., 2020). En la lógica marxista de interpretación de la historia a través de la lucha de clases, el
descubrimiento de América y su colonización ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo
de actividad, al multiplicarse los medios de cambio y las mercancías que imprimen el comercio. El
mercantilismo traído por los europeos es un sistema basado en el intercambio de la moneda y el

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derecho a la herencia, los mismos que, bajo la interpretación de los economistas liberales, se
constituyeron en las bases posteriores del capitalismo, el cual se sustenta en el individualismo. Esta
sería una de las razones de la inclinación de los movimientos indigenistas a la corriente política
representada por el marxismo, el cual es un sistema básicamente colectivista. Si aplicamos el
materialismo dialéctico, surge una contradicción entre un sistema de producción individualista
contra uno colectivista.
Pero en realidad, esta idealización de los sistemas políticos y económicos andinos por
parte de la corriente indigenista pierde objetividad cuando sus intelectuales no buscan las causas
que puedan explicar por qué un imperio de doce millones de personas se derrumbó fácilmente a la
llegada de los españoles; aquellas contradicciones que este mismo imperio había incubado dentro
de sí mismo. No tienen en consideración que la añoranza que evocan es de una sociedad despótica
donde no existía la propiedad privada ni la herencia. El derecho a la propiedad está íntimamente
ligado a la libertad del individuo; sin el derecho a la propiedad, el Estado pasa a convertirse en el
dueño de la persona; por tanto, se extingue la voluntad individual. Cuando no existe libertad se
produce algo que Hegel denomina como una finitud de voluntad, toda vez que la voluntad no se
concibe por sí misma, solo se concibe como general, pues el pensamiento no es libre por sí mismo,
solo existe el estado del señor y el del siervo, y dentro de este círculo el absolutismo; por tanto, el
sentimiento que relaciona a grupos de gobernantes y gobernados es el miedo (Hegel, 1999). En el
tiempo de la dominación de los incas, la propiedad estaba en manos de las clases gobernantes,
quienes eran las que realmente usufructuaban de ella, gozando del lujo y boato tan común en la
naturaleza de las clases preponderantes de todas las culturas. “La riqueza y ostentación de los
señores de Chimor debieron impactar a los cusqueños, estos sirvieron de ejemplo para acrecentar
el lujo y la soberbia de los incas” (Rostworowsky, 1992). Mariátegui simplemente invoca el pasado
incaico, describiéndolo como un mundo ideal sin una perspectiva completa y borrando el hecho de
que antes que los incas existieron múltiples curacazgos y macroetnias que fueron sometidas a la
fuerza o bajo amenaza a su imperio, el cual por múltiples razones no pudo constituir una estructura
estatal cohesionada con un concepto similar al de la nación europea. Rostworowsky (1992) apunta
que, superado el estupor de la captura de Atahualpa, la mayoría de macroetnias andinas se plegó a
los españoles, movidas por el deseo de independizarse; por tanto, los curacas apoyaron
decididamente a los extranjeros, sin este apalancamiento los españoles hubieran fracasado en su
empresa.
Así mismo, Mariátegui alude frecuentemente a la idea de una nación antes de la llegada
de los españoles: “en la sociedad indígena la economía incaica se descompone con la conquista.
Rotos los vínculos de su unidad, la nación se disolvió en comunidades dispersas” (Mariátegui,
2007, p.7). Esta interpretación es bastante cuestionable; antes de la llegada de los españoles, los
habitantes de lo que hoy conocemos como Perú no tenían en su mente ni siquiera la idea de lo que
significaba este concepto, ni tampoco pensaban en una nación como lo hacemos hoy; el concepto
de nación es europeo.
Una de las consecuencias del Congreso de Pátzcuaro fue la creación de institutos
indigenistas en cada país participante. El asunto del indigenismo es incluido en las políticas
transversales de varios países latinoamericanos. La posición adoptada es americanista, así como la
adopción de la solución del problema es marxista, centrada en el pilar económico de la tenencia de
la tierra (Gonzales, 2011). En 1969, la propuesta de confiscación de la tierra propuesta por
Mariátegui desde casi medio siglo antes se ponía en marcha y se hacía realidad; el gobierno
presidido por el Gral. Juan Velasco Alvarado decretaba la confiscación de las tierras de sus
propietarios denominados terratenientes para entregarlas a los indígenas. Según los intelectuales
marxistas, la reforma agraria liberaría al indio de la opresión política y de la explotación de los

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dueños de las tierras (Marroquín, citado en Sánchez, 2011), todas estas medidas
político-económicas seguían la interpretación histórica de la línea marxista del materialismo
dialéctico que habían desarrollado Mariátegui y sus seguidores. Autores como Sánchez (2011)
señalan que resolver el problema de la cuestión indígena era necesario para quebrar la estructura de
dominación de la oligarquía (p. 210).
No obstante, las cifras estadísticas demuestran que la reforma agraria peruana, que no fue
sino la aplicación de la receta del marxismo clásico para solucionar el problema del indio, fue un
fracaso desde el punto de vista económico, entre otras causas debido a la emigración de los nuevos
propietarios de la tierra a las ciudades, “descampesinización y emigración implican desindianiza-
ción, pero no asimilación a la estructura nacional de clases como sucedió en los años 60” (Sánchez,
2011). La reforma agraria peruana devino en la expropiación de 10.5 millones de hectáreas; las
haciendas se convirtieron en 1200 empresas cooperativas y asociativas. Estas empresas fueron
abandonadas y sus tierras parceladas, la producción agrícola retrocedió un 17% a diferencia del
resto de la región latinoamericana donde se incrementó un 18% (El Comercio, 2021).
El Indigenismo en el Perú y la influencía del marxismo gramsciano
Posteriormente, otros intelectuales marxistas toman las teorías del pensador italiano
Antonio Gramsci, haciéndolas propias y ampliando sus conceptos con la finalidad de implantar su
modelo ideológico. El aporte de Gramsci al marxismo es tan influyente que podemos hablar de un
antes y un después de Gramsci. En palabras de La Clau, "el comunismo tal como era comprendido
hasta entonces no podría subsistir sin su importante aporte, es decir, sin la idea de hegemonía” (La
Clau, citado en Salinas, 2021). Los intérpretes de Gramsci materializan estos conceptos, pasando de
las delimitaciones del antagonismo de lucha de clases según el pensamiento de Marx hacia una
articulación resultante de la coyuntura histórica (Salinas, 2021).
Teniendo como base la interpretación hegeliana de Gramsci, han sabido construir una nueva
metodología bastante más eficiente para obtener sus objetivos políticos. Gramsci hace hincapié en
que los primeros marxistas eran poco hegelianos (Gramsci, 1929-1932). El filósofo italiano
observó que en situaciones de prosperidad la interpretación de los marxistas clásicos tendría pocas
probabilidades de éxito. “Los años siguientes al 48 fueron de una prosperidad sin igual, no existía
entonces la primera de las condiciones para una revolución, esto es un proletariado reducido al ocio
y dispuesto a luchar” (Gramsci, 1929-1932).
El concepto de hegemonía desarrollado por Gramsci es una pieza fundamental para
entender su pensamiento. La hegemonía, para Gramsci, implica conquistar la supremacía moral del
grupo humano. Para Arévalo (2023), entender el marxismo gramsciano significa comprender cómo
las correlaciones de poder de cualquier sociedad pueden ser subvertidas mediante la conquista de la
hegemonía moral de ese grupo humano. El aparato hegemónico creará un nuevo terreno ideológico;
el cual tendrá como tarea la reforma de la conciencia y de los métodos del conocimiento. Cuando
se introduce una nueva moral conforme a una concepción, se termina también por introducir dicha
concepción. Conquistar la hegemonía significará la capacidad de guiar, dirigir y conducir a dicho
grupo. El pensador italiano determinó que la hegemonía del capitalismo en la civilización occiden-
tal había sido posible gracias a la iglesia cristiana y las sectas protestantes. “La Iglesia Católica es
la más poderosa fuerza conservadora que gobierna bajo la apariencia de lo divino” (Gramsci,
1929-1933). Si bien es cierto, en la presente investigación debemos remarcar que el capitalismo no
es un sístema económico producto de la hegemonia de la Iglesia Católica, sino de la hegemonia del
protestantismo en países como Inglaterra ; este sístema económico es introducido posteriormente
a la separación de los virreynatos hispanoamericanos de la metropolí española. Por tanto, es aquí

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donde confluyen las condiciones de una nueva interpretación de la lucha marxista, esta vez bajo la
interpretación gramsciana, constituyendo la hegemonía indigenista un nuevo y potente articulador
ideológico para reemplazar la hegemonía cristiana. El razonamiento sociológico histórico que
cimenta el estado nación peruano y las demás naciones hispanoamericanas ha sido construido sobre
la base de los valores cristianos, esto como producto de la conquista española. Al señalar la signifi-
cación del cristianismo en la identidad española, Saña (2007) apunta que la doctrina cristiana
apuntaló decisivamente la formación humana y espiritual españolas (p.7).
Entonces, bajo la dirección de un aparato hegemónico compuesto por intelectuales de
tendencia marxista, se está creando la hegemonía indigenista en contraposición a la hegemonía de
tipo occidental formada alrededor de valores cristianos. La supuesta lucha centenaria entre ambas
civilizaciones ofrece la coyuntura histórica necesaria descrita por La Clau al desarrollar la teoría
gramsciana para la instauración de la sociedad marxista. El núcleo de toda articulación hegemónica
está constituido por una clase social fundamental (La Clau, 1981, citado en Salinas). Los líderes de
izquierda indigenista demuestran una articulación similar en su discursiva política, confirmando lo
sostenido en la presente investigación. En uno de los discursos del expresidente de Bolivia, Evo
Morales, manifiesta que “la invasión de 1492 fue bajo una alianza entre la monarquía y la Iglesia
Católica" (Tele Sur, 2021). En Perú, Pedro Castillo, durante su discurso de investidura presidencial
manifestó que “tenemos que romper con los símbolos coloniales para quebrantar las ataduras de la
dominación vigente por tantos años” (Libertad Digital, 2021). En palabras de La Clau, la
hegemonía es el principio articulador de una nueva civilización, de la construcción de un nuevo
sentido común de las masas. El discurso político de estos líderes políticos resalta un sentimiento de
revanchismo étnico sustentado en el constructo psicológico del indigenismo, el cual están tratando
de integrar dentro del sistema de creencias de los habitantes hispanoamericanos como el conjunto
de principios que constituye la fuerza moral que adhiere a cada uno de ellos a un sistema colectivo
de creencias. El indigenismo es el principio articulador al cual se refiere La Clau en su
interpretación de Gramsci. Este proceso necesariamente implica el reemplazo del sentido de
nacionalismo de las masas; se trata de reinterpretar el sentido histórico del estado nación
acompañado de una fuerte simbología. “Con la asunción de Evo Morales Ayma y Álvaro García
Linera, iniciaron su mandato enterrando los viejos símbolos del estado liberal-colonial y afirmando
el inicio de un nuevo modelo político” (Vásquez, 2010). Entonces, el indigenismo se vuelve parte
de una maquinaria propagandística de regímenes marxistas, quienes en su fase de desarrollo más
avanzado, transforman el sistema democrático en una ilusión, como es el caso de Cuba, Venezuela
y Nicaragua, clasificados como tres de los regímenes más autoritarios del mundo (Jordan, 2022).
Hayek (2009) señala que los regímenes totalitarios se sirven de representaciones
ideológicas a través del discurso difundido en el espacio público, sirviéndose de un lenguaje
compartido pero cambiando su significado. La técnica más eficiente para conseguir esto es usar las
antiguas palabras pero cambiando su significado. Claro ejemplo de esta realidad era el permanente
uso de la figura de Simón Bolívar por Hugo Chávez, así como el empleo de diversos sucesos
históricos que están relacionados a la fundación de los estados nación latinoamericanos, pero
tergiversando totalmente su significado. Por ejemplo, en un discurso, Chávez dijo: “estamos
comenzando a mirar lo que el padre libertador imaginaba: una gran región donde debe reinar la
justicia, la igualdad y la libertad” (De la Garza, 2013). Entonces, los pilares que sustentan los
estados nación hispanoamericanos son vaciados por la discursiva política y dejados de lado para ser
rellenados por sentimientos y valores psicológicos, sin importar su racionalidad, pero lo
suficientemente poderosos para aglutinar la voluntad de la población. Los sucesos violentos en la
región Puno son otra de las facetas del intento de crear una hegemonía indigenista, en este caso bajo
un matiz regional aymara. Valer (2011) apunta que a partir de las dos últimas décadas del siglo XX,

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el indigenismo se ha transformado en un movimiento contrahegemónico contestatario y crítico del
modelo económico y político.
El indigenismo, bajo sus diversas subcategorías, continúa siendo el crisol de un sentimiento
antagónico presente en millones de amerindios; el cual se hace cada vez más complejo, toda vez que
su delimitación se vuelve cada vez más difícil. En el caso peruano, especialmente después de la
reforma agraria, millones de campesinos emigraron a las principales ciudades, especialmente a la
capital (UPN, 2018). Producto de este proceso es creada una nueva cultura denominada “la
cholificación de Lima” (Bonilla, 2010). Entonces, ¿quién puede ser denominado blanco o indígena
en una población como la peruana, que está mayoritariamente compuesta por la fusión de múltiples
etnias? Sin embargo, en su evolución, esta divergencia en una permanente dinámica colectiva
siempre fue adaptándose y pasó a tomar otros nombres, como costeños contra serranos, blancos
contra cholos o algún otro similar. En realidad, todas estas denominaciones siempre fueron nuevas
metáforas, muchas veces nacidas del ideario popular; pero que sirvieron para responsabilizar a la
civilización occidental de lo que Arévalo (2023) clasifica en tres aspectos:
i) Interrupción del proceso natural de evolución de las naciones indígenas americanas.
ii) La estratificación social inequitativa la cual divide a la sociedad en estamentos
“posición en base a la cuna relacionada con etnia”.
iii) La estratificación por clases sociales posición en base a la “capacidad económica
generada por el capitalismo” (p.20).
Conclusiones
El constructo indigenista nace como una interpretación histórica conceptual, producto de
un problema reivindicativo social y cultural del habitante amerindio, anclado en la añoranza
colectiva del dominio de las culturas americanas dominantes antes de la llegada de los españoles.
Sin embargo, si analizamos la historia bajo la metodología de la historia conceptual de Kosellec,
esta nostalgia muchas veces está sustentada en una historiografía idealizada más que objetiva. En el
caso peruano, las obras del Inca Garcilaso de la Vega han sido determinantes para la creación de este
constructo ideológico, llegando a influir inclusive en hechos históricos tan relevantes como la
rebelión de Túpac Amaru. El dominio español en América puede dividirse en dos etapas: la etapa
del dominio de los Habsburgo, caracterizada por una mayor flexibilidad del trato entre los
peninsulares y sus virreinatos, y la etapa del reinado de los Borbón, marcada por el ímpetu de un
control más férreo sobre los dominios españoles en ultramar. El incremento de los abusos
cometidos en esta etapa, sumados a una serie de errores políticos y económicos, influyeron en el
debilitamiento de las estructuras de poder hispanas en el sur peruano y en el resto de América.
En el Perú, después de la rebelión de Túpac Amaru y de la independencia de los
virreinatos españoles en América, el problema de la postergación del habitante amerindio quedó
latente, siendo primero un problema social siempre diferido por las clases dominantes. Durante esta
etapa, hubo algunos intelectuales que señalaban este problema, proponiendo como solución una
visión integradora nacional, acoplando al indígena a la cultura occidental y teniendo como centro
unificador a la religión católica.
Entre las décadas de los años 1900 y 1930, el constructo social del indigenismo toma un
giro al ser influenciado por las teorías marxistas bajo la interpretación de José Carlos Mariátegui y
sus seguidores, pasando de ser un problema social a constituir una base de lucha política dominada
por la izquierda radical, proponiendo una solución derivada de la interpretación del materialismo

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dialéctico de Marx. El producto de esta corriente de pensamiento se vio materializado en 1969 con
la reforma agraria de Juan Velasco Alvarado, la cual, según indicadores económicos de productivi-
dad, fue un fracaso.
La interpretación histórica del constructo indigenista, influenciada por los intelectuales
marxistas, adoptó nuevas formas de antagonismo en la lucha de clases. Según La Clau, esto se
constituyó en el principio articulador de una nueva civilización destinada a construir un nuevo
sentido común entre las masas. Este fenómeno se manifestó especialmente en las áreas que fueron
dominios de las principales civilizaciones del continente antes de la llegada de los hispanos,
convirtiéndose en una plataforma de discusión y disputa política.
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