
Samaniego Muga, Carlos Alfonso
Correo electrónico: carlos.samaniego@unmsm.edu.pe
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Volumen III / Número II / Noviembre 2024 / Lima-Perú
El espejo humano son los ojos de los demás
El ojo humano no puede verse a sí mismo; esta afirmación puede ayudar a una persona a
disponer y aceptar ante los demás que requerimos de la mirada de ellos —de sus ojos— para
conocer mejor la realidad en la que nos encontramos y cómo nos relacionamos en las
organizaciones. Es sobre todo vital cuando estamos ante la evaluación de los resultados, de nuestras
decisiones y acciones que afectaron o afectarán a los demás y que hoy le decimos oportunidades de
mejora, como otros eufemismos políticamente correctos llamados lecciones aprendidas,
realimentación positiva, crítica constructiva o simplemente, reflexiones.
¡Atrapado al ver respuestas, por fin!
Qué pasa cuando no es el otro o los otros —en persona— quienes, tal espejos humanos,
no te verbalizan esos espacios de reflexiones; sino es una frase, texto, párrafo o título que, de forma
inesperada, te capta la atención y que, de repente, te atrapa por asalto y no dejas de leer y seguir
leyendo, como un ansioso insatisfecho de saber; todo porque no deja de darle forma —casi
perfectamente— a muchas, pero muchas cuestiones, conjeturas o sospechas que tenías pendiente y
desconectadas, sobre cómo explicar o resolver las dudas, problemas, dilemas y errores del día a día,
en el vértigo de la vida militar.
Ello pasó cuando tuve en mis manos la versión original en español de Sobre la psicología
de la incompetencia militar de Norman Frank Dixon. El autor, con un estilo irónico, sutil,
insinuante y hasta con cierto sentido retador, nos atrapa con sus palabras desde el título.
Es más, si me fuera posible —en utopía— tener una entrevista para hacerle dos preguntas,
una sería la que sigue: “¿Por qué en el prefacio inicias con un deslinde: Este libro no es un ataque
a las fuerzas armadas ni a la amplia mayoría de altos mandos militares que, en tiempo de guerra,
realizan con éxito tareas que dejan a la altura de un simple juego de niños actividades tan
complicadas como pueda serlo la dirección de una gran empresa comercial?”. La otra sería: “¿Era
necesario citar en la introducción a C. Von Clausewitz: ...No deseamos más que representar las
cosas tal como son, y delatar la errónea creencia según la cual un valiente sin inteligencia puede
llegar a distinguirse en una guerra?”.
Al parecer, Norman F. Dixon quiso evitar la aparición de un sesgo de resentimiento
profesional, ya que no podía traicionar su natural estilo aspiracional de un esnob, con el típico
pragmatismo inglés a la hora de responder a la realidad. Por ello, presumo que era consciente de que
se le presentarían reacciones —detractores— que afectaran sus aspiraciones de reconocimiento
intelectual de la comunidad científica. Al respecto, lo logró; recordemos que, en 1974, fue premiado
con la Universty of London Carpenter Medal por su excepcional valor en psicología experimental.
Además, era posible que se presenten presiones y represalias por parte de la nobleza victoriana
militar se ese momento, por ser expuesta de incompetente para la vida militar. Al final, consiguió
ser galardonado con la Excelentísima Orden del Imperio Británico.
Situación problemática
Una de las principales diferencias entre las organizaciones políticas y las militares
consiste en el grado de control público que se ejerce sobre ella, la diferencia más importante
entre el ejército y las organizaciones comerciales radica en la diversidad de los resultados