Enviado: 15 Febrero 2025 Evaluado: 15 Marzo 2025 Aprobado: 15 Abril 2025
ISSN: 2520 - 7628 (Impreso), 2789-2514 (En línea)
https://doi.org/10.60029/rcesge
Filosofía de la presencia de las Fuerzas Armadas
Miguel Ángel Espinoza Soria
8
https://orcid.org/0009-0006-7327-3028
Universidad Marcelino Champagnat, Lima, Perú
8
Grado académico:
Doctorado en educación
Correo electrónico: mig31peru@yahoo.es
Citar como:
Espinoza Soria, M. A. (2024). Filosofía de la presencia de las fuerzas armadas.
Revista Científica De La Escuela Superior De Guerra Del Ejército, 4(1), 134-158.
https://doi.org/10.60029/rcesge.v4i1ar8
Resumen
Desde su origen, la presencia benefactora de las Fuerzas Armadas del Perú ha sido
esencial en la defensa territorial y la construcción de la identidad nacional. Su misión,
establecida en la Constitución de 1993, se ha expandido para enfrentar nuevas amenazas
como el narcotráco, la minería ilegal y los desastres naturales, asumiendo un rol
multipropósito en apoyo a la población y la protección del medio ambiente. Esta
transformación continua, inspirada en modelos internacionales como el DOTMLPF-P,
refuerza su capacidad de adaptación ante escenarios complejos. La creación de brigadas
como la Multipropósito y de Protección de la Amazonía reeja su compromiso con el
desarrollo y la seguridad. Además, la formación cultural del personal militar fortalece su
relación con las comunidades. Así, las Fuerzas Armadas no solo garantizan la soberanía,
sino que también reconstruyen instituciones fundamentales, promueven el desarrollo
social y consolidan la presencia efectiva del Estado en todo el territorio nacional.
Palabras claves: Fuerzas Armadas del Perú, Identidad nacional, Transformación conti-
nua, Filosofía de la presencia.
Revista Cientíca de la Escuela
Superior de Guerra del Ejército
Volumen IV, Numero I, Mayo 2025
Miguel Ángel Espinoza Soria
8
https://orcid.org/0009-0006-7327-3028
Universidad Marcelino Champagnat, Lima, Perú
8
PhD in education
Email: mig31peru@yahoo.es
Enviado: 15 February 2025 ● Evaluado: 15 March 2025 ● Aprobado: 15 April 2025
ISSN: 2520 - 7628 (Impreso), 2789-2514 (En línea)
https://doi.org/10.60029/rcesge
Philosophy of the Presence of the Armed Forces
Cite as:
Espinoza Soria, M. A. (2024). Filosofía de la presencia de las fuerzas armadas.
Revista Científica De La Escuela Superior De Guerra Del Ejército, 4(1), 134-158.
https://doi.org/10.60029/rcesge.v4i1ar8
Abstract
Since their origin, the benefactor presence of the Peruvian Armed Forces has been essen-
tial in the defense of territorial integrity and the construction of national identity. Their
mission, established in the 1993 Constitution, has expanded to address new threats such
as drug trafficking, illegal mining, and natural disasters, assuming a multipurpose role in
supporting the population and protecting the environment. This continuous transforma-
tion, inspired by international models like DOTMLPF-P, strengthens their ability to adapt
to complex scenarios. The creation of brigades such as the Multipurpose Brigade and the
Amazon Protection Brigade reects their commitment to development and security.
Additionally, the cultural training of military personnel enhances their relationship with
local communities. Thus, the Armed Forces not only guarantee sovereignty but also
rebuild fundamental institutions, promote social development, and consolidate the
effective presence of the State throughout the national territory.
Keywords: Peruvian Armed Forces, National identity, Continuous transformation, Philo-
sophy of presence.
Revista Cientíca de la Escuela
Superior de Guerra del Ejército
Volumen IV, Numero I, Mayo 2025
Filosofía de la presencia de las Fuerzas Armadas
Introducción
En las últimas décadas, las Fuerzas Armadas del Perú, en especial el
Ejército, han mostrado su presencia y demostrado su importancia en situaciones no
militares que amenazan el bienestar de la población. Su participación efectiva ha
sido crucial para enfrentar los desastres naturales y las emergencias sanitarias como
la pandemia del COVID-19 y otras amenazas en este inicial siglo XXI. Este rol
multipropósito va más allá del combate con las armas, evidenciando su capacidad
de actuar de forma integral junto a otros sectores del Estado. Su presencia ha
evitado el colapso de nuestra sociedad en momentos duros y difíciles, cumpliendo
tareas que otros no habrían podido asumir. Por encima de las tensiones entre civiles
y militares, la historia demuestra que la unión entre ambos ha sido clave para
superar las adversidades nacionales, porque la indiferencia hacia la Defensa
Nacional solo debilita al Perú como país multicultural y actor central de la nueva
coyuntura geopolítica de América Latina. Es necesario revalorar a las Fuerzas
Armadas como actores fundamentales en la protección del Perú. El Ejército
representa, además de la fuerza bélica, el efectivo compromiso social; no solo como
defensores de la integridad territorial en caso de guerra, sino también como
constructores del fundamento de la sociedad peruana y de la identidad nacional,
porque las Fuerzas Armadas es el pueblo vistiendo el uniforme de la Patria. En la
pandemia del 2020, estuvieron de pie en la vanguardia y combatieron en la primera
línea junto al personal de salud y limpieza, rearmando su gran versatilidad. En
palabras de Basadre (2005), el Ejército ha contribuido en la construcción de la
identidad nacional y en la existencia misma del país, por lo tanto, su servicio merece
gratitud y respeto.
Atingencia histórica
¡¡¡Adsum!!! ¡¡¡Aquí estoy!!! ¡¡¡Presente!!! Así respondían los soldados
romanos al ser llamados al servicio de las armas y a la vida militar dentro del
campamento, la fortaleza o el puesto de vigilancia. ¡¡¡Idem per me!!! ¡¡¡Lo mismo para
mí!!!, exclamaban los soldados reunidos frente al altar de la patria, al hacer el
juramento de servir a los dioses, al emperador, al senado y al pueblo romano.
Cuando el soldado romano marchaba a su destino, llevaba en el morral o la mochila
su vida entera, cargaba sobre sus hombros la última unión con todo lo que amaba,
cual Atlas llevaba su mundo de viaje sobre caminos que esperaba lo trajeran, algún
día, de regreso. Cuando el soldado romano era llamado a las, cuando le otorgaban
una misión, cuando le llegaba la hora y le retaba la gloria, respondía:
¡¡¡Adsum!!!¡¡¡Aquí estoy!!! ¡¡¡Presente!!!
Adsum” es el presente activo del verbo latino: ‘Estar presente, tomar parte,
que también signica: ‘Asistir, presentarse, comparecer, estar junto a, ayudar, asistir,
ser propicio o favorable a hacer bien y a hacer el bien’, es decir, ser benévolo,
benigno, oportuno e indicado; estar bien preparado, de pie, parado y ubicado,
presto para el combate, en el momento oportuno y en el lugar indicado. Esto
coincide con muchos de los lemas militares en los escudos y los emblemas que
indican la permanente y rme resolución de los militares de querer cumplir,
siempre con lealtad, las misiones encomendadas (Mateo Donet, 2010; Subirats
Sorrosal, 2013).
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Consciencia de la realidad
En el frente interno, el Perú ha experimentado una profunda crisis política
en los últimos años, debilitando gravemente su democracia. La destitución de
Martín Vizcarra en 2020 marcó el inicio de una etapa de inestabilidad institucional.
A ello le siguió el breve gobierno de Manuel Merino y la controvertida presidencia
de Pedro Castillo. En diciembre de 2022, Castillo intentó disolver el Congreso, lo que
provocó su destitución y arresto. Dina Boluarte asumió la presidencia en ese
contexto, pero su administración ha sido fuertemente cuestionada. Las protestas
sociales contra su gobierno han sido reprimidas con el uso excesivo de la fuerza y
detenciones masivas. Se suman las denuncias por graves actos de corrupción al
interior de su gobierno. Esta situación aumentó la desconanza en el congreso y en
las instituciones democráticas, acusadas de corrupción y cercanas a las
organizaciones criminales. La polarización política se ha intensicado, afectando la
estabilidad del país. Además, las redes sociales han tenido un rol clave en la
organización de las protestas, facilitado la difusión de información y
desinformación, y profundizando la crisis política. Perú continúa en un estado de
tensión y fragilidad democrática (Suárez Pizzarello & Sánchez Trujillo, 2024).
A juicio de Suárez Pizzarello y Sánchez Trujillo, (2024), la corrupción es una
práctica intencional atentatoria de la democracia al romper con la imparcialidad y
favorecer intereses particulares. Impacta la legalidad, debilita la equidad social y
distorsiona la esfera pública, afectando derechos fundamentales. Al extenderse a
todos los niveles, desde altos funcionarios hasta ciudadanos comunes, se
democratiza” y genera un efecto grave: se “normaliza” (Begovic, 2005; Obando et al.,
2021; Malem, 2014). Al percibirse como una herramienta funcional dentro del
sistema, la corrupción ya no es una excepción, se convierte en regla, transforma la
ética pública y erosiona la conanza ciudadana. Se instala la cultura del “mal
necesario” y ataca los pilares democráticos. No son actos individuales, sino una
lógica estructural que reproduce exclusión y desigualdad. La aceptación social de
estas prácticas revela una crisis de legitimidad institucional. En suma, la corrupción
corroe el tejido democrático desde dentro y erosiona la conciencia cívica.
En el frente externo, el Perú ha sufrido las consecuencias de estar ubicado
en el núcleo de las decisiones políticas, económicas y sociales de América del Sur;
por ello, sus fronteras políticas son muy dinámicas y se han transformado según la
organización territorial de los nacientes Estados que lo rodean. Además, el
concepto de territorio como ente vivo permite entender su expansión, contracción
o desaparición. En sus dos siglos de vida republicana, el Perú atravesó importantes
cambios en su conguración territorial. En el frente externo, ha perdido extensas
zonas como Guayaquil, Leticia, Tabatinga, Acre, Arica y Tarapacá, sin consultar a las
poblaciones afectadas. Este procedimiento cuestiona la legitimidad de los tratados
limítrofes y vulnera el principio de libre determinación de los pueblos; pero, sobre
todo se demuestra la falta de la presencia efectiva del Estado y de sus instituciones
tutelares que no garantizaron la integridad territorial (Beraún Chaca, 2021).
En el frente interno, se mantuvo la estructura territorial heredada del
virreinato, reproduciendo un modelo centralista que limita el desarrollo regional. Las
antiguas Intendencias pasaron a ser departamentos, sin modicar sustancialmente
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su funcionalidad. Este centralismo crónico o endémico, sin presencia real y efectiva
de las instituciones del Estado en las provincias y distritos, aún persiste con
circunscripciones inecientes en lo político y lo administrativo. Sin embargo, los
afanes populistas y demagógicos compartidos por el Gobierno y el Congreso de la
República los ha empujado a crear, sin presupuesto ni nanciamiento para operar,
sumando 15 nuevos distritos en el bicentenario, 2021. Estos cambios
profundamente traumáticos y fuera de una planicación nacional de largo plazo
para su ejecución progresiva, reejan las tensiones entre tradición, poder
centralizado y la necesidad de una reorganización territorial de forma más
equitativa y funcional (Beraún Chaca, 2021).
Ccente Pineda y La Torre Ruíz (2003), como se citó en Beraún Chaca, en su
investigación ‘El devenir de la geografía en el Perú’, presentaron un detallado
análisis geográco sobre los territorios que dejaron de ser peruanos. Los autores
concluyeron que las pérdidas territoriales fueron las que siguen: (a) con Brasil
ascienden a un aproximado de 451,043 km2, (b) con Bolivia un aproximado de
91,726 km2, (c) con Colombia un aproximado de 127,272 km2, (d) con Chile un
aproximado de 65,413 km2 y (e) con Ecuador un aproximado de 111,034 km2. Por lo
tanto, la supercie terrestre del territorio peruano que se perdió desde 1821 hasta
1998 es de 846,488 km2 aproximadamente. En dicho cálculo no está considerada la
supercie marítima frente a las provincias de Tarapacá y Arica, que suman cientos
de kilómetros cuadrados perdidos en la guerra del Pacíco, con los cuales se
incrementa la cifra total (Beraún Chaca, 2021). Se trató de una pérdida territorial y
marítima, como fatal consecuencia del abandono y la ausencia de las autoridades e
instituciones del Estado Peruano, de un equivalente real y cercano a las tres cuartas
partes del territorio actual de 1’285,220 km2 (Banco Mundial, 2022, Perú
Indicadores/Data).
Desde el siglo XIX, las fronteras en América Latina se entendieron
principalmente desde una perspectiva militar y de soberanía territorial. Sin
embargo, a partir de las décadas de 1980 y 1990, los estudios fronterizos
comenzaron a incorporar enfoques ligados a la globalización y la movilidad
transnacional. En el Perú, solo desde los últimos 15 años se ha superado la visión
tradicional, considerando las fronteras como sistemas socioespaciales. Esta
transformación ha impulsado una gestión más cooperativa y multilateral. La
Organización Internacional para las Migraciones (OIM, 2012) resaltó la importancia
de atender factores como la diversidad cultural, la movilidad humana y la
seguridad. Desde entonces, se reconoce la coexistencia de múltiples jurisdicciones
y diversos contextos geográcos. Esta nueva perspectiva favorece intervenciones
estatales más integrales. En conjunto se pretende promover una comprensión
fronteriza basada en la cooperación y el desarrollo compartido (Dammert Guardia
et al., 2017).
Asimismo, Dammert Guardia et al. (2017) analizaron las relaciones
fronterizas del Perú y destacaron el potencial de las Zonas de Integración Fronteriza
(ZIF), especialmente en la triple frontera con Colombia y Brasil, y en la frontera con
Bolivia, por su intercambio comercial y riqueza cultural. Sin embargo, en todos ellos
persisten graves desafíos como economías ilegales, ausencia de coordinación
judicial y deterioro ambiental. Con Ecuador, el comercio es activo, pero persisten
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desigualdades y carencias en servicios. En el caso de Chile, se evidencia la falta de
una ZIF, debido al dinamismo económico de la frontera sur, que muestra una
integración laboral informal con el país vecino del sur, pero en condiciones
frecuentemente precarizadas. El contrabando regional, especialmente en Puno,
reeja una dinámica ilegal creciente. Se requiere la urgente presencia de las
instituciones del Estado peruano para realizar una gestión más coordinada y
sostenible.
De igual manera, las zonas fronterizas amazónicas, como la triple frontera
Perú, Colombia y Brasil, si bien son altamente dinámicas en el comercio de madera,
también presentan riesgos por la presencia de grupos guerrilleros armados, redes
del narcoterrorismo, organizaciones criminales internacionales y grupos armados
organizados (GAOR), como es el caso del Comando Vermelho y del Primer Comando
Capital (Ortíz Guzmán, 2024). En la frontera con Ecuador, proliferan actividades
ilegales como la minería de oro y el contrabando de combustible, impulsado por la
diferencia de precios entre ambos países. Este combustible es distribuido de forma
informal en ciudades del norte peruano. En la frontera con Bolivia, se suman las
cuatro maldiciones del Apocalipsis Delictivo: el contrabando, la minería ilegal, el
narcotráco y la trata de personas. Estas dinámicas revelan que las fronteras no son
solo límites geográcos, sino espacios complejos de interacción. Dammert Guardia
et al. (2017) propusieron un enfoque integral que considere estas múltiples
dimensiones sociales, económicas y culturales, que solucione con prontitud y
eciencia estos problemas acumulados de la ausencia secular de las instituciones
estatales, que son causa de múltiples conictos.
Se añaden a los antiguos problemas, nuevas amenazas en el frente externo.
El agente de inteligencia chileno Cristián Faundes Sánchez (2008) analizó la
hidrografía del Perú y alerta sobre un problema interno con potencial para generar
conictos no solo en este entorno, sino también conictos internacionales: la
desigual distribución del agua. Comprueba que el Perú se divide en tres vertientes
hidrográcas: Pacíco, Atlántico y Titicaca. La vertiente del Atlántico, aunque
alberga solo al 26% de la población, concentra el 97,7% del recurso hídrico, gracias
a sus altas precipitaciones. En contraste, la vertiente del Pacíco, donde vive el 70%
de los peruanos, dispone de apenas el 1,8% del agua, lo que genera una situación
crítica. La vertiente del Titicaca, compartida mayoritariamente por Perú y Bolivia,
con ínma presencia de Chile, posee el 0,5% del agua y acoge al 4% de la población.
Esta distribución desproporcionada evidencia una gran vulnerabilidad en el frente
interno para el Perú, pero sobre todo para Bolivia. Faundes advirtió que, sumada a
los conictos externos por el control de los recursos hídricos, esta situación podría
escalar hacia enfrentamientos sociales y regionales, sin descartar los
enfrentamientos militares en América del Sur.
Hoy en día la guerra se inicia antes del primer disparo, no es necesaria la
munición para entrar en guerra, peor aún, podríamos estar en guerra y ni siquiera
saberlohoy en día nos encontramos ante la posibilidad de generar daño a un
adversario por medio de la utilización de otros medios no-militares, no-letales y
aparentemente inofensivos. Un colapso de internet, el corte del suministro
energético, la contaminación del agua potable, la inserción de un virus en plantas
de producción alimentaria, una crisis económica, son situaciones que generan
un alto costo y daño a la población”. (Faundes, 2009, p. 35).
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Según Faundes Sánchez (2008), la gestión del agua en el Perú presenta una
estructura dividida y fragmentada, en manos de 12 entidades como el Instituto
Nacional de Recursos Naturales (INRENA), ministerios y autoridades locales; lo que
genera serios problemas de coordinación y ecacia. Citando a Jan Hendriks (2006),
se observa disfunciones entre la legislación nacional y las realidades locales, así
como la limitada capacidad técnica, legal y administrativa de las organizaciones de
usuarios. Estas instituciones débiles impiden una política hídrica coherente y son
responsables del 90% de los conictos por el uso y control del agua. Además, la falta
de armonización entre normativas locales y nacionales profundizan las tensiones.
En el ámbito internacional, Perú y Chile no han tenido conictos históricos por el
agua, gracias al Tratado de 1929, pero tampoco existe un mecanismo de gestión
conjunta. La situación en los Pozos de Concordia evidencia la necesidad de una
cooperación más estructurada. Si el uso de estos recursos se vuelve unilateral,
generarían tensiones bilaterales. El agua, por lo tanto, emerge como un tema
estratégico clave para la estabilidad futura entre Perú y Chile: “Lo clave es
considerar que el hecho que no se hayan suscitado conictos por el agua en el
pasado, no asegura que no se vayan a desarrollar diferendos en el futuro(Faundes
Sánchez, 2008, p. 268).
Las Fuerzas Armadas del Perú
Desde sus inicios, el Perú ha enfrentado amenazas tanto internas como
externas, obligando a sus Fuerzas Armadas a cumplir múltiples funciones
esenciales establecidas en la Constitución Política de 1993. Según el Artículo 137,
deben asumir el control interno en estados de excepción por orden presidencial, en
casos de emergencia o amenazas graves a la Nación. Además, conforme al Artículo
165, su misión principal es garantizar la independencia, soberanía e integridad
territorial. También, les corresponde organizar y disponer la defensa nacional (Art.
168) y participar en el desarrollo económico, social y en la defensa civil (Art. 171).
Por otro lado, la Policía Nacional del Perú tiene el mandato de mantener el orden
interno, proteger a la población, hacer cumplir las leyes y resguardar el patrimonio
público y privado. Asimismo, debe prevenir y combatir la delincuencia, y controlar
las fronteras. Ambas instituciones cumplen un rol estratégico frente a los desafíos
del país.
Según Arrieta Pinedo (2020), las Fuerzas Armadas del Perú por su excelente
organización, por su presencia a nivel nacional, por su conocimiento de la geografía
del país, por su capacidad para responder con rapidez y prontitud frente a los
requerimientos de la Nación, en los más graves momentos de su historia, se le
asignó nuevos roles de carácter social, para apoyar a la población en acciones
cívicas y en casos de desastres naturales y ambientales. Así, el año 2017, mediante la
Ley 29664 se crea el Sistema Nacional de Gestión de Riesgo de Desastres (Sinagerd),
regulando la participación de las Fuerzas Armadas en todas estas acciones desde
antes que se publicara el Decreto Legislativo 1136, en el año 2012, como el combate
a la minería ilegal y la lucha contra el narcoterrorismo. Hoy, al inicio del tercer
milenio, surgen nuevas amenazas como las organizaciones criminales
internacionales asociadas al narcotráco y a organizaciones terroristas
dependientes de ideologías desestabilizadoras.
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Arrieta Pinedo (2020) sostuvo que la globalización ha transformado
profundamente la vida humana, el sistema internacional y la concepción del
Estado, debilitando la soberanía y generando nuevas amenazas a la seguridad
mundial y nacional. Entre estas amenazas, destaca el impacto ambiental provocado
por la acción irracional e irresponsable del ser humano, como la contaminación, la
pérdida de biosistemas y la depredación de los bosques. El Perú no es ajeno a esta
problemática. En este contexto, Gómez (2018, como se citó en Arrieta), armó que
las Fuerzas Armadas han ampliado su rol tradicional de defensa territorial. Además
de enfrentar amenazas internas y externas, apoyan a la Policía en el orden interno y
asumen funciones sociales. Estas incluyen acciones cívicas como atención médica,
rescate y asistencia en desastres naturales. La presencia efectiva de las Fuerzas
Armadas se ha orientado cada vez más hacia el desarrollo y la protección de la
población.
La asignación de nuevos roles a las Fuerzas Armadas es una tendencia
global, impulsada por los cambios en la política exterior y los desafíos
contemporáneos. Además de su misión principal de garantizar la seguridad y
defensa nacional, deben adaptarse a una transformación continua que les permita
actuar en escenarios no convencionales. Esto incluye la vigilancia permanente del
territorio, la generación de inteligencia conable y el fortalecimiento de la
presencia del Estado. También se espera su participación en la planicación de la
prevención de desastres y en la atención a la población. Su colaboración con la
Policía en la lucha contra la minería ilegal es otro ejemplo de estos nuevos roles.
Estas funciones no alteran su esencia institucional, sino que la amplían, la
profundizan y la enriquecen. El enfoque actual redene la antigua doctrina militar:
No solo prepararse para la guerra, sino contribuir activamente a construir la paz
(Arrieta Pinedo, 2020).
El año 2018, el Ejército del Perú creó la Primera Brigada Multipropósito
“Mariscal del Perú Eloy Gaspar Ureta Montehermoso, con el objetivo especíco de
capacitar al personal para enfrentar desastres naturales y brindar apoyo social, en el
marco de sus nuevos roles. Asimismo, el Decreto Legislativo 1100 permitió la
creación de la Brigada de Protección de la Amazonía, para combatir la minería ilegal.
Esta unidad especial del Ejército apoya a la Policía Nacional y al Ministerio Público
en acciones de interdicción y protección ambiental en Madre de Dios. Su presencia
efectiva fortalece la protección y seguridad de las poblaciones en zonas
vulnerables, como la Reserva Nacional de Tambopata. Estas iniciativas reejan la
transformación continua de las Fuerzas Armadas (Arrieta Pinedo, 2020). Quien
desee profundizar en el conocimiento de esta labor silenciosa, pero sumamente
eciente, como parte complementaria del compromiso y del servicio de las Fuerzas
Armadas con toda la sociedad peruana, puede revisar el interesantísimo artículo
“Los militares en el Perú: Entre el pasado inmediato y el futuro mediato, del teniente
EP Jaime M. Taype Castillo (2020).
Transformación continua
Siendo la transformación continua de las Fuerzas Armadas una exigencia
de necesidad vital para mantener su propia identidad institucional y su presencia
efectiva en la vida de la sociedad, además de ser una tendencia mundial que incluye
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y compromete a las Fuerzas Armadas del Perú, útil será conocer el testimonio de
militares estadounidenses, como la del General James E. Rainey (2025), quien
admite que su país y sus aliados se enfrentan a adversarios cada vez más preparados
en el uso de los últimos recursos tecnológicos. Se trata de una de las razones más
importantes de la exigencia para la Transformación Continua de las Fuerzas
Armadas. Según Rainey, en las Fuerzas Armadas, todo proceso de transformación
pasa por tres periodos: 1. ° Transformación en el contacto; 2. ° Transformación
deliberada, 3. ° Transformación basada en conceptos.
1.° Transformación en el contacto
Según Rainey (2025), la seguridad del país depende de la capacidad del
ejército para adaptarse rápida y ágilmente a los cambios del presente, más allá de
prepararse para guerras futuras. Las guerras, al ser actos humanos, requieren
aprovechar el terreno y acercarse al enemigo para destruirlo; este objetivo sigue
siendo decisivo. Dado que la duración e impacto de la guerra son impredecibles, los
ejércitos deben estar preparados en todo momento. Los últimos aportes de la
tecnología hicieron la guerra más compleja; por lo tanto, la falta de preparación
traerá graves sanciones a los mandos no calicados. La transformación militar no
debe ser reactiva, sino prevista, planicada y orientada por un concepto claro,
porque invertir en las Fuerzas Armadas de manera estratégica permite crear
opciones con efectos exponenciales, pero también cerrar opciones irrecuperables,
según las necesidades del conicto. La transformación en contacto asegura ventaja
inmediata y sostenida, garantizando la presencia real, efectiva, continua y
comprobada de los soldados para asegurar el control territorial.
En este sentido, la transformación de las capacidades militares requiere
tiempo y se desarrollan en tres etapas: (a) capacidades inmediatas e ineludible
logradas en menos de 2 años, (b) capacidades desarrolladas entre 2 a 7 años
(planicación del presupuesto de defensa) y (c) capacidades planicadas con una
visión de futuro para más de 7 años. La capacidad no es solo tecnológica, sino, -y,
sobre todo- la habilidad para actuar en el campo de batalla con personal bien
organizado, entrenado y equipado. Este desarrollo depende de una acción
combinada que involucra doctrina, organización, adiestramiento, material,
liderazgo, educación, personal, instalaciones y políticas, según el modelo
DOTMLPF-P: doctrine, organization, training, materiel, leadership and education,
personnel, facilities, and policy (Rainey, 2025).
2.° Transformación deliberada
Las estrategias de las Fuerzas Armadas, de acuerdo con Rainey (2025), se
hacen realidad mediante una orden, la que se cumple con el seguimiento y el control
del estado mayor que solo puede imponer el cambio y transformar una organización
de tal complejidad, como las Fuerzas Armadas, mediante una acción coordinada e
integrada de todos los elementos de DOTMLPF-P. Para cambiar las Fuerzas Armadas
se requiere ganar aliados y crear consensos, no se trata de imponer el cambio, sino de
trabajar en conjunto para lograrlo. Un documento de requisitos se transforma de
simple pedazo de papel en realidad concreta y factible cuando el cuartel general de
las Fuerzas Armadas consigue la nanciación requerida, los especialistas en
adquisiciones comienzan a desarrollar el proceso, y el Comando de Material asegura
que los conceptos y los requerimientos son los correctos.
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Para una transformación continua se requiere que todos los miembros de
las Fuerzas Armadas, personal militar y civil, trabajen superando los límites de la
organización y resuelvan problemas coordinadamente y en consenso. Solo así las
Fuerzas Armadas estarán optimizadas para ganar los combates en entornos de
operaciones multidominio. Para que las brigadas y divisiones logren ejecutar con
éxito las maniobras terrestres planicadas, los cuarteles generales de las Fuerzas
Armadas deberán converger y gestionar con muchísima anticipación, todas las
capacidades terrestres, marítimas, aéreas, espaciales y cibernéticas, incluidos los
planes de contingencia y el control de riesgos militares.
Para convertir las decisiones en acciones oportunas, armó Rainey (2025),
las Fuerzas Armadas deben realizar cinco acciones decisivas: Primero, las Fuerzas
Armadas deben establecer el objetivo. Segundo, debe formar a su personal, que es
“la verdadera fuente de capacidad en el campo de batalla. Tercero, es importante
contabilizar los costos de los elementos de DOTMLPF-P asociados a la creación y
modicación requerida. Cuarto, deben presentar a los estados mayores de las
Fuerzas Armadas las opciones formuladas en términos de costos, benecios y
riesgos. Quinto, se garantizarán decisiones inequívocas, comunicación clara y
ejecución rme (p. 12).
3.° Transformación basada en conceptos
La transformación del Ejército implica convertir la estructura actual en la
necesaria requerida, implementando cambios en todos los elementos de
DOTMLPF-P, lo que genera un desafío de coordinación entre diversas
organizaciones. Estas, con diferentes horizontes de tiempo, trabajan en procesos
para resolver problemas interrelacionados. El concepto de Combate del Ejército
proporciona una visión común y a largo plazo, pero no es ja; ya que está basada en
una evaluación continua del entorno operacional futuro. Este proceso incluye
inteligencia, análisis de conictos actuales, juegos de guerra, y experimentación de
unidades desplegadas. El objetivo principal del Ejército es obtener el dominio
terrestre, tener presencia real y efectiva, trabajando en conjunto con todas las
capacidades marítimas, aéreas, espaciales y cibernéticas. La disuasión de la
agresión es la misión global de las fuerzas militares, y si esto no es suciente, la
misión se convierte en derrotar al enemigo para lograr una resolución política
favorable (Rainey, 2025).
Formación del personal
Teniendo muy en cuenta la segunda acción decisiva sugerida por el general
Rainey, que propone que las Fuerzas Armadas deben formar permanentemente a su
personal porque es “la verdadera fuente de capacidad en el campo de batalla, es
necesario tener presente la propuesta del sargento mayor Ed Fayette (2023). Éste, en
“La concientización cultural como arma. Aprovechar la experiencia regional para
lograr el éxito en el extranjero”, recordó el aspecto negativo de la historia del Ejército
de EUA como consecuencia de desplegar “soldados mal entrenados y culturalmente
ignorantes en ambientes extranjeros poco conocidos”; puesto que, citando a
Laurence (2011), “la ignorancia cultural puede tener graves consecuencias” (p. 2), por
lo que los militares tienen el deber de adaptarse “a las distintas culturas y ser capaces
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de interpretar el comportamiento de los demás y actuar en consecuencia”(p. 2).
Fayette (2003) comentó que, el año 2012, el general Odierno, jefe del Estado
Mayor del Ejército, ordenó que el Ejército mejorara su capacidad para colaborar con
socios regionales. Para ello, integró rmemente las orientaciones de la Estrategia de
Seguridad Nacional de 2008 y 2010, dándole la mayor importancia a las
asociaciones militares internacionales, Así, implementó las Fuerzas Regionalmente
Alineadas (RAF), para organizar, entrenar y enviar a los mejores soldados en áreas
como la cultura, el idioma, la psicología y asuntos civiles, prepararlos para accionar
en ambientes operacionales especícos, y para estar presentes y operativos “antes
de la llegada del Ejércitoe “interactuar con las poblaciones extranjeras” (2023, pp.
2-3). En todas estas acciones se percibe, plenamente, el desarrollo del poder blando
en la aplicación de esta estrategia de anticipación eciente.
La nalidad podemos entenderla: reconocer a las poblaciones en su
contexto geográco propio, recoger la mejor información en el campo de
operaciones, construir la mejor inteligencia, establecer los primeros contactos para
una adecuada comunicación, mantener una cercanía amistosa y favorable con las
personas. Fayette sugirió que esta iniciativa no debería quedarse en un nivel teórico,
muy amplio y de carácter general, sino que debería profundizarse al nivel de cada
soldado individual en todas las Fuerzas Armadas. Esto permitiría centrar el
entrenamiento en regiones especícas, apoyar de inmediato al Comando de
Combate Geográco, de manera independiente de la misión. De igual manera, las
unidades se convierten en importantes habilitadores para forjar relaciones
favorables; crear inuencia benéca en las poblaciones, en los líderes y en las
fuerzas militares locales, ofreciendo mejores capacidades al Comando, y apoyando
los esfuerzos de seguridad y estabilidad en el extranjero (Fayette, 2023).
Este enfoque evidencia el valor estratégico y social del poder militar bien
ejercido. Cuando las Fuerzas Armadas actúan con conocimiento del entorno y
compromiso con las comunidades, no solo refuerzan la seguridad, sino que también
promueven estabilidad y conanza. Lejos de ser una fuerza distante o represiva, se
convierten en cercanos agentes clave de cohesión territorial, desarrollo humano y
diplomacia en contextos complejos. Precisamente, Borshchevskaya (2022), en su
artículo “La proyección del poder blando ruso en Oriente Medio, citando al
politólogo Joseph S. Nye Jr., denió el poder blando como aquella capacidad que
tiene una nación para conseguir lo que se propone atrayendo a otras naciones, más
que amenazando, coaccionado o pagando. El poder blando es el resultado de la
atracción hacia la cultura, los ideales políticos y las relaciones políticas de un país;
ya que, cuando estas son consideradas legítimas por otros, el poder blando de dicho
país aumenta. Según Nye, el poder duro es necesario para que un Estado tenga
control y dominio, pero también es muy importante ejercer el poder blando para
conseguir los benecios que siguen: (a) inuenciar las preferencias de los demás,
(b) proyectar valores, (c) obtener ayuda, (d) atraer socios y (e) crear aliados (p. 2).
Borshchevskaya (2022), inicialmente, presentó algunos hechos históricos
en Chechenia, Georgia, Crimea y Siria, como pruebas de que Rusia no tiene poder
de atracción, que solo proyectaría el poder duro, careciendo de poder blando. Sin
embargo, la autora observó que la realidad es más matizada: Moscú, aunque abusa
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de sus propios ciudadanos, proyecta simultáneamente el poder blando y el poder
duro. Así, la denición rusa de poder blando incluiría términos autoritarios propios,
los que se maniestan en actividades en Occidente, espacio postsoviético, y el
Oriente Medio, terreno fértil para los esfuerzos rusos, presentando la imagen de
agente neutral, pacicador y socio comercial. Moscú proyecta la inuencia de los
valores autoritarios a través de la diplomacia, el comercio, el turismo, la Iglesia
ortodoxa rusa, los centros culturales, los grandes eventos deportivos y los medios
de propaganda controlados por el Kremlin, como RT y Sputnik, que resuenan en
regiones con poca historia democrática. El poder blando es el ejercicio de la
“presencia amistosa de los países desarrollados” cuidando sus intereses por
anticipado.
Para Borshchevskaya, el poder blando se basa en el atractivo de Rusia, que
no solo se identica como país rico en petróleo y gas; sino también en la presencia
constante del idioma ruso, como el idioma del comercio, el empleo y la educación
para muchos de los Estados de la antigua Unión Soviética. Se añade una amplia
gama de nuevos productos rusos, como la oreciente cultura popular difundida por
la televisión vía satélite, la emergente industria del cine, grupos de música rock,
literatura clásica y novelas populares rusas, que han convertido a Rusia en un
Estado más atractivo para las poblaciones de la región de lo que era en la década de
1990” (2022, p. 5).
Borshchevskaya se olvida que esta misma estrategia fue utilizada con gran
éxito por Inglaterra y Estados Unidos, desde inicios del siglo XX, a través de los
grupos de música rock y los millones de discos que inundaron con sus mensajes, no
solo Europa, sino el mundo entero. Se añade a todo ello la cuantiosa y continua
producción cinematográca de Hollywood que muestra el estilo de vida occidental
y el sueño americano en miles de películas, que abarcan todos los géneros y
dirigidos a todos los públicos, en donde el nal feliz, se corona con la bandera de
estrellas y barras, hondeando victoriosa. La estrategia de la presencia omnímoda,
por medio del poder blando, ahora buscada por Rusia, fue y es realidad aplicada por
las direcciones políticas internacionales de Inglaterra y Estados Unidos, desde hace
mucho tiempo atrás (Lipovetsky & Juvin, 2011; Pinto Lima & do Nascimento e Silva,
2012; Llopis Goig, 2014).
¿Cómo hacer realidad la estrategia de la presencia inmediata, veloz y
eciente de las Fuerzas Armadas en un contexto de cambio permanente? Mediante
la transformación continua.
La transformación continua de las Fuerzas Armadas es esencial para
mantener su identidad, para cumplir su misión y responder a los desafíos actuales
empleando las tecnologías avanzadas, alineándose con una tendencia global y
asegurando su presencia protectora en la vida social. Dichas tareas exigen una
modernización constante y una necesidad de revisar críticamente su compleja
organización interna, sus centros de comando y control, sus sistemas operativos,
sus recursos tecnológicos, etc.; en especial, recuperar la contundente agilidad y la
sincronizada velocidad de algunas unidades que poseen soldados de un valor
incalculable a la hora de las decisiones denitivas. Se trata de revitalizar la
infantería ligera, transmitiendo su mentalidad y actitud a todos los miembros de las
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Fuerzas Armadas.
Según Anderson et al. (2025), es crucial restablecer la verdadera infantería
ligera, ya que será determinante en futuras guerras, especialmente en terrenos
difíciles y entornos hostiles. Su capacidad para operar en pequeñas formaciones,
de manera autosuciente y letal, la convierte en una herramienta esencial del
campo de batalla moderno. La infantería ligera debe transformarse como parte de
las prioridades de modernización del Ejército, adaptando la doctrina emergente. Es
considerada la pieza más importante de la formación militar, es la “reina de la
batalla” por su múltiple versatilidad, al igual que en el ajedrez, al operar en todo tipo
de terrenos: montañas, selvas, zonas urbanas o regiones heladas. Aunque enfrenta
limitaciones, su agilidad, velocidad de respuesta y autosuciencia le otorgan un rol
clave y decisivo. Bien entrenada, equipada y dirigida, es la unidad más adaptable
frente a condiciones extremas. Su importancia crecerá en escenarios como en las
islas y los desiertos del Pacíco, en las selvas amazónicas o en las cumbres andinas.
Este llamado busca revitalizar su papel en las maniobras de armas combinadas,
porque el Ejército seguirá conando en ella para misiones críticas, sin importar las
condiciones a las que pueda ser sometida (p. 45).
Según Anderson et al. (2025), el coronel Wass de Czege, denió en 1985 a la
infantería ligera como una fuerza especializada para operar en terrenos complejos
mediante inserciones aéreas, operaciones nocturnas, inltraciones y emboscadas.
Destacó su agilidad, sigilo y capacidad para defender áreas inaccesibles para otras
fuerzas más pesadas, facilitando maniobras defensivas y contraataques, porque su
bajo perl táctico la hace difícil de detectar y desalojar. Por su parte, el Mayor Scott
McMichael (1987) concibió la infantería ligera como un estado mental sustentado
en la autosuciencia, la iniciativa y la conanza del liderazgo subalterno; puesto
que libre de grandes apoyos logísticos, sobrevive con lo esencial, aprovechando los
recursos naturales porque puede operar en aislamiento o inferioridad numérica sin
perder ecacia. Esta mentalidad resiliente les permite cumplir misiones en
condiciones extremas, demostrando autonomía, determinación y capacidad de
adaptación constante.
La autosuciencia y versatilidad de la infantería ligera solo se logran
mediante un intenso acondicionamiento físico y mental, y una sólida cultura
organizativa. Combatir con lo que se lleva en una mochila exige más que disciplina:
requiere adaptación estructural. Si estas unidades no ajustan su organización y
misiones a las operaciones de combate a gran escala (LSCO), las consecuencias
podrían ser devastadoras para todo el sistema militar. Por lo tanto, no modernizar ni
preparar la verdadera infantería ligera llevaría a repetir errores ya conocidos. Sin
embargo, su esencia sigue viva en los valores morales y la mentalidad del
combatiente estadounidense, que se plasma en la necesidad de una infantería
ligera, sin equipos pesados, liderada por ociales subalternos capaces, resilientes y
astutos, que operen ecazmente en aislamiento y bajo presión (Anderson et al.,
2025).
Aquí se hace presente la real importancia del combatiente, del factor
humano, como elemento esencial de la transformación continua de las Fuerzas
Armadas. Por el testimonio de Rob Hafen (2024), en "El arte operacional chino. La
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primacía de la dimensión humana", existe una signicativa diferencia entre el modo
de hacer la guerra estadounidense y el modo chino en el actual ambiente
estratégico, debido a que existen importantes diferencias culturales y losócas.
Por ello, para no quedarse en la supercie del pensamiento militar chino, se
requiere analizar a Sun Tzu unido a Confucio, Lao Tsu y Mao Zedong; solo así se
obtiene una adecuada comprensión, un conocimiento más integrado, amplio,
complejo y profundo de la teoría estratégica de las Fuerzas Armadas de China, con
más de 2500 años de historia, tradición y teoría militar. Estas preeren soluciones
de bajo costo y centradas en la preparación del ser humano; mientras que las
Fuerzas Armadas de Estados Unidos optan por soluciones de alto costo y centradas
en la utilización de los avances en la tecnología.
De acuerdo con Haben (2024), para comprender el arte operacional chino
expuesto en El arte de la guerra, es esencial analizar el contexto histórico, losóco
y cultural del siglo IV a.C. Las propuestas losócas del taoísmo, confucianismo y
legalismo inuyen profundamente en las enseñanzas de Sun Tzu, cuyas máximas
pueden parecer oscuras sin este marco inicial. Una de las más citadas, "subyugar al
enemigo sin combatir", adquiere sentido desde una perspectiva estratégica. Sun
Tzu prioriza atacar primero los planes y alianzas del enemigo, elementos clave del
centro de balance y gravitación moral. Esta estrategia busca desestabilizar el
equilibrio y la armonía política del adversario. Arma Haben (2024), citando a
O'Dowd y Waldron, que se trata de una guerra psicológica que debilita al enemigo
desde dentro, porque el caos interno resultante puede minar la legitimidad de los
gobernantes, facilitando su caída sin necesidad de un enfrentamiento directo. Sin
duda se trata de una demostración clara de un alto nivel de arte operacional
centrado en el uso de la dimensión humana, herencia estratégica de Sun Tzu;
además, arma Haben, citando la obra de Qiao Liang y Wang Xiangsui (1999),
Guerra irrectricta, una China resurgente puede desaar el orden mundial y la
hegemonía de Estados Unidos, generando el caos permanente y utilizando todos
los medios a su alcance (2024, p. 62).
Relaciones cívico-militares en el Perú
El planteamiento de Fayette desde la realidad estadounidense, en línea con
las reexiones de Rainey y la visión estratégica de Odierno, revelan una profunda
transformación en la mentalidad militar contemporánea. Asimismo, la aplicación
rusa del poder blando según Borshchevskaya, la rehabilitación de la infantería
ligera según Anderson y la presencia del factor humano en las estrategias militares
chinas armado por Haben, nos demuestra que, en la realidad actual, no se trata
solo de ejercer poder mediante la fuerza; sino de generar inuencia, por anticipado,
desde el conocimiento, la empatía y la presencia estratégica. Esta nueva losofía de
la presencia busca formar soldados culturalmente conscientes, capaces de
integrarse con respeto y ecacia en contextos sociales diversos. La
profesionalización del personal militar, enfocada en aspectos como el idioma, la
cultura y los asuntos civiles, representa un cambio paradigmático: el soldado deja
de ser únicamente un agente de combate para convertirse en un mediador
intercultural y un constructor de conanza.
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Filosofía de la presencia de las Fuerzas Armadas
En este marco, el poder blando se vuelve una herramienta decisiva. Las
Fuerzas Armadas se anticipan en los escenarios operacionales y esto reeja una
estrategia que prioriza la prevención, el diálogo y la colaboración con actores
locales antes que la confrontación. Así, la presencia militar ya no implica
dominación, sino cercanía signicativa y utilidad social, fortaleciendo tanto la
legitimidad de la acción militar como la estabilidad de las regiones involucradas.
Este enfoque humanizado y anticipatorio del poder inteligente permite a las
Fuerzas Armadas actuar no solo como garantes de seguridad nacional, sino también
como verdaderos promotores de paz, entendimiento y cooperación internacional.
Aplicando estos insumos militares, teóricos y prácticos, para analizar la
realidad del Perú, Luque Talaván (2003), arma que diversos especialistas han
advertido que el uso recurrente de las Fuerzas Armadas en funciones de carácter
social podría desnaturalizar su razón de ser porque desplaza su misión fundamental
de defensa de la soberanía nacional. Esta preocupación estaría relacionada con el
riesgo de una remilitarización de la comunidad con antecedentes históricos
sensibles. No obstante, en países con limitados recursos institucionales, es
comprensible que el Estado recurra a todos los medios disponibles, incluidas las
capacidades logísticas y organizativas de las Fuerzas Armadas, para satisfacer las
demandas sociales más urgentes. Mientras persistan estas condiciones
estructurales, la participación de la poderosa y eciente ingeniería militar en tareas
de desarrollo, continuará siendo una herramienta auxiliar de primerísima magnitud
para el aparato estatal, sobre todo, en construcción de las carreteras de penetración
longitudinal y de conexión transversal en la sierra y en la selva, así como la
construcción de aeropuertos en los enclaves fronterizos.
Históricamente, las Fuerzas Armadas, a través de la ingeniería militar,
desarrollaron un rol efectivo en la construcción de la infraestructura nacional y en
el avance de acciones de integración social. Desde la construcción de la carretera
Olmos-Marañón en 1947, hasta la implementación del Programa de Desarrollo Vial
Nacional en las décadas de 1990 y 2000, el Ejército ha demostrado su capacidad y
eciencia en la ejecución en obras públicas. Las Fuerzas Armadas participan en el
Programa de Asentamiento Rural Fronterizo y en actividades de acción cívica,
reforzando su rol como actor estatal en territorios donde la presencia civil es
limitada. De esta manera, sin dejar de reconocer los riesgos, es posible valorar el
potencial del poder militar como agente complementario de desarrollo en
contextos de carencia estructural (Luque Talaván, 2003). En marzo de 2020, se
realizó una de las últimas acciones masivas a nivel nacional de las Fuerzas Armadas,
cuando se movilizaron para proteger, controlar y defender a la población peruana
durante el Estado de Emergencia y el Aislamiento Social, buscando disminuir los
efectos de la pandemia mundial del COVID-19 (Taype Castillo, 2020).
Desde 1993, las Fuerzas Armadas del Perú, especícamente el Ejército,
estuvo presente en 1000 asentamientos humanos, periféricos y marginados para
dotarlos de infraestructura básica como agua, desagüe, alumbrado, pistas y
veredas. En el año 2000, se programaron 150 proyectos de infraestructura terrestre
en estas zonas. Desde 1964, el Ejército está presente en el Programa de
Asentamiento Rural Fronterizo, para poblar y desarrollar zonas fronterizas
amazónicas con las Unidades Militares de Asentamiento Rural (UMAR),
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construyendo infraestructura, promoviendo la agricultura, la forestación y el
desarrollo local. Con ello, se apunta a reforzar la soberanía nacional e integrar a las
comunidades indígenas, respetando sus aportes culturales. Además, el Ministerio
de Defensa lidera una comisión multisectorial para el desarrollo de la frontera
noroccidental. En el ámbito social, las Fuerzas Armadas organizan jornadas de
acción cívica con atención médica y educativa, servicios básicos, asesoría legal,
mejora de comunicaciones rurales, alfabetización, creación de escuelas técnicas y
centros deportivos. Contribuyen en la elaboración de la carta geográca nacional y
apoyan en el transporte del personal, del equipo y los bienes esenciales para esta
tarea especialísima. La Marina de Guerra del Perú proporciona un eciente apoyo
logístico a misiones cientícas en la Antártida y a misiones humanitarias integrales
en nuestra Amazonía. Sería de vital importancia el que pudieran realizar el servicio
de cabotaje marino permanente, de personas y recursos materiales, revitalizando la
comunicación de toda la costa, y no solo como alternativa para el transporte, en
tiempo de inundaciones por el Fenómeno del Niño. La Fuerza Aérea del Perú ejecuta
anualmente programas de vuelos de acción cívica, transportando a pobladores e
insumos vitales a zonas remotas mediante aviones y helicópteros, contribuyendo
positivamente al desarrollo nacional (Luque Talaván, p. 207). A todo lo ya realizado,
la Fuerza Aérea debería mantener vuelos de vigilancia y control en todos los
enclaves fronterizos, para ejercer presencia real en medio de las poblaciones
alejadas.
Las Fuerzas Armadas del Perú han ampliado su rol tradicional hacia una
presencia más humanizada y social, priorizando la integración cultural y el respeto
por las comunidades. Este nuevo enfoque promueve soldados formados no solo en
lo militar, sino también en aspectos sociales y culturales, consolidando su papel
como mediadores interculturales. El uso del poder blando y la anticipación
operativa reemplazan la confrontación por el diálogo y la cooperación. Así, su
participación fortalece la legitimidad del Estado y contribuye a la estabilidad
nacional. Aunque algunos analistas advierten sobre los riesgos de desnaturalizar su
función defensiva, en contextos con limitadas capacidades estatales, su apoyo en
tareas sociales es una respuesta pragmática. Históricamente, su participación en
obras de infraestructura y programas de desarrollo ha sido clave en zonas rurales y
fronterizas. La pandemia de 2020 evidenció nuevamente su papel protector. De este
modo, las Fuerzas Armadas se consolidan como agentes activos en la construcción
de la identidad cultural, la seguridad nacional y la cohesión social.
Una perspectiva losóca de la presencia de la Fuerzas Armadas del
Perú
La presencia de las Fuerzas Armadas del Perú puede entenderse
losócamente como una manifestación concreta del ser en acción, en la medida
en que encarnan una realidad compartida por todos los ciudadanos: la seguridad, la
protección y la cohesión social. Desde Aristóteles, el ser es aquello que subyace a
todos los entes y cuya presencia se capta con la razón; así, la acción militar no solo
es presencia material (infraestructura, asistencia, defensa), sino también presencia
simbólica: una armación del Estado como presencia continua en el tiempo y en el
espacio social. San Agustín, al concebir el tiempo como una vivencia interna del
alma, nos permite ver el accionar de las Fuerzas Armadas más que un hecho aislado,
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como parte esencial de una presencia continua y vivida por el pueblo peruano: el
recuerdo de su intervención en el pasado (memoria), su acción benéca actual en el
presente (vivencia) y la esperanza futura que siembran como un bien por venir
(expectativa). Finalmente, desde Descartes, la claridad y certeza del rol militar
puede entenderse como una forma de presencia racional: su función como
promotores de paz y orden surge de una convicción interna clara y distinta del
deber y de la práctica de los valores patrios, más allá de la presencia puramente
sensible. Así, las Fuerzas Armadas, en su dimensión protectora, benéca y
transformadora, encarnan una presencia esencial en la construcción de la
identidad nacional, integrando tiempo, razón y existencia vivida (Aristóteles, 1964;
San Agustín, 2010; Descartes, 2009; Lewkow, 2009; Calderón 2018).
La acción benéca, protectora y transformadora de las Fuerzas Armadas
del Perú puede comprenderse, desde la losofía, como una forma compleja de
presencia construida, en sintonía con los planteamientos de Kant, Schopenhauer y
Hegel. Para Kant, la presencia no es un dato bruto, sino una síntesis entre la
intuición sensible y el entendimiento: del mismo modo, la intervención militar en
zonas vulnerables no es solo una acción física, se trata de un fenómeno signicativo
que se hace presente en la experiencia colectiva gracias a su estructura racional y
su experiencia sensible, como constructores y garantes de la paz perpetua. En
Schopenhauer, la realidad se da como representación: así, la presencia militar
también se construye en la mente de la población como imagen de protección,
orden y apoyo, dependiendo del modo en que se percibe e interpreta su actuación.
Finalmente, en Hegel, la presencia se realiza en el tiempo como síntesis de pasado,
presente y futuro. Las Fuerzas Armadas encarnan esa presencia temporal al enlazar
memoria histórica (su desempeño ecaz en emergencias), acción actual (su
presencia protectora en zonas aisladas) y proyección transformadora (cooperación
efectiva para el desarrollo sostenible). No son solo fuerza operativa, sino que están
presentes como impulso vital del espíritu de la Nación, como representación activa
del Estado, como conciencia histórica de la Patria en continua evolución
transformadora (Kant, 2010, 2018; Schopenhauer, 2013; Hegel, 2010; Calderón,
2018; Kretschel, 2013).
La presencia benéca, protectora y transformadora de las Fuerzas Armadas
del Perú puede ser leída, desde Husserl y Derrida, como una forma de experiencia
que se construye en la conciencia y en el discurso. Para Husserl, la presencia es una
síntesis viva del tiempo, no solo por lo que ocurre en el ahora, sino por lo que se
retiene del pasado y se proyecta hacia el futuro como signo de una realidad
trascendente. Así, la acción militar, en caso de emergencias o en productivo
desarrollo rural, no se percibe de forma aislada, sino como consciencia de los seres
vivientes, como parte de una continuidad histórica vivida por la población, que
reconoce en ella una memoria protectora, una presencia actual de ayuda y una
expectativa transformadora. La autoconciencia nacional se refuerza a través de esta
experiencia prolongada de cercanía militar. Por su parte, Derrida, aunque cuestiona
la idea de que solo lo presente es fuente de sentido, reconoce que todo discurso
losóco, en el plano teórico, o todo discurrir estatal, en el plano práctico, se
construye siempre sobre lo que puede hacerse presente en la realidad. En este
sentido, las Fuerzas Armadas, al hacerse presentes y visibles en territorios
olvidados, dan cuerpo y signicado al Estado mismo, porque lo encarnan y lo
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maniestan con sus acciones. Su presencia operativa se convierte en símbolo y
lenguaje de orden, cuidado y soberanía, revelando cómo el ser del Estado se
maniesta no solo por la ley enunciada, sino por su aparecer efectivo ante los
ciudadanos y por su cumplimiento por la presencia actuante de los militares. En
suma, tanto para Husserl como para Derrida, la presencia militar en la sociedad, no
es solo física, sino fenomenológica y simbólica, es conciencia viva, memoria activa,
presencia discursiva y promesa transformadora (Husserl, 1972; Kretschel, 2013;
Derrida, 1971; Calderón, 2018).
Pacto fundacional de militares y civiles: presencia transformadora del
Perú
El conocimiento del aporte de la losofía como de las ciencias humanas y
sociales es esencial para los militares, porque les ofrece una base para la reexión
crítica sobre su papel institucional y su impacto en la sociedad peruana;
permitiéndoles comprender la presencia de las Fuerzas Armadas no solo como una
acción inmediata, sino como una síntesis de tiempo que conecta pasado, presente
y futuro. Esta presencia tiene una dimensión histórica y trascendente, donde la
acción militar en emergencias o desarrollo rural debe ser parte de una memoria
protectora y transformadora continuamente vivida por la población. La presencia
cobra sentido y consolida el discurso militar al estar siempre actuante y visible en
los territorios olvidados, estableciendo las bases para la construcción del Estado,
convirtiéndose en símbolo de orden, soberanía y cuidado. La autocrítica
institucional, fundamentada en esta perspectiva losóca, permite a los militares
reconocer su proceso de transformación continua y su ineludible misión en la
construcción de una sociedad más inclusiva, erradicando viejas lógicas de
exclusión. Este ejercicio de reexión favorece una presencia de las Fuerzas
Armadas más humanitaria, capaz de sanar las fracturas históricas del Perú,
superando desigualdades estructurales y promoviendo un servicio más benéco a
la nación.
En este sentido, el antropólogo peruano Carlos Iván Degregori (2004), en:
“Desigualdades persistentes y construcción de un país pluricultural”, armó que,
durante el conicto armado interno en el Perú, -con mayor precisión la guerra
contra el terrorismo marxista-, las principales brechas fueron políticas,
socioeconómicas, regionales y étnico-culturales. Consecuentemente, la incuria
política, la desigualdad económica, el centralismo limeño y la discriminación
étnico-racial revelan profundas fracturas históricas. La Comisión de la Verdad y
Reconciliación del Perú (CVR) mostró que el 75% de las víctimas en la guerra contra
el terrorismo eran quechuahablantes, prueba del impacto desproporcionado en
poblaciones indígenas. Si las víctimas hubiesen sido los ashánincas estos habrían
desaparecido. Sin embargo, el impacto en el cambio social ha sido limitado, porque
la aparente ruptura de la indiferencia histórica y la exclusión fue supercial y
transitoria. Degregori sitúa la exclusión de estas poblaciones peruanas en el marco
de las "desigualdades persistentes" de Charles Tilly (2000), sin efectividad de las
respuestas estatales, dado que la guerra interna expuso viejas heridas que aún
siguen abiertas. Además, la narrativa ocial a invisibilizado muchas memorias
indígenas y fracturas sociales, impidiendo superarlas y manteniéndolas como un
desafío crítico soslayado y postergado.
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Filosofía de la presencia de las Fuerzas Armadas
Armó Degregori que, las desigualdades parecían haberse atenuado en el
siglo XX; pero, los testimonios recogidos por la CVR demuestran que la exclusión
persistía de manera profunda y brutal. El análisis más exhaustivo revela un Perú
fragmentado, donde comunidades indígenas siguen percibiéndose como
extranjeras en su propia nación. La violencia en los Andes del Perú atrapó a las
poblaciones entre el terror senderista y la represión militar. Sendero Luminoso
sometió a las comunidades a una brutal coerción. La respuesta militar, basada en
prejuicios étnicos, agravó el sufrimiento civil. El asesinato de autoridades
comunales y el desplazamiento forzado, como signos de muerte y violencia
reactivaron las viejas lógicas coloniales de exclusión. La Constitución de 1979, en
teoría, otorgó derechos formales a los pueblos indígenas, en la práctica la
ciudadanía plena no existía para ellos. La guerra contra el terrorismo desnudó las
promesas incumplidas del Estado peruano. Superar esta fractura exige no solo
reconocer y reparar los recientes daños materiales, sino enfrentar y solucionar los
graves problemas históricos.
Gutiérrez (1990, como se citó en Degregori, 2004) planteó que la persistente
indiferencia hacia los sectores pobres y rurales, hace evidente la urgente necesidad
de una profunda refundación del Estado peruano. Sin cambios estructurales, el país
arriesga nuevas olas de violencia y la posibilidad de convertirse en un Estado
fallido. La reconciliación nacional exige construir una ciudadanía plena basada en
justicia real, superando los mitos fundacionales que privilegian el militarismo sobre
la inclusión democrática. Degregori (2004), citando a Nugent, advirtió que rituales
civiles, como los del 28 y 29 de julio, por las Fiestas Patrias, deben promover un
patriotismo que reconozca tanto la diversidad social, cuanto los símbolos militares.
La guerra interna militarizó aún más el discurso nacional, marginando las voces
rurales y étnicas. En los años noventa, este patriotismo fue vaciado de crítica
histórica, debilitando la cohesión nacional. La relectura crítica del pasado se vuelve
indispensable para forjar un nuevo pacto fundacional. Este pacto debe reconocer
que, la unidad de la identidad esencial de la Nación solo se fundamenta en la
diversidad étnica, cultural y lingüística del Perú real, unido e integrado. Sin esta
transformación, el Estado continuará reproduciendo exclusiones históricas. La
construcción de una ciudadanía plena es esencial para consolidar una democracia
auténtica y duradera.
Para Degregori (2012), la construcción de ciudadanía plena en un país
pluricultural como el Perú requiere mucho más que igualdad formal ante la ley:
exige el reconocimiento honesto, genuino y respetuoso de la dignidad absoluta de
todo ser humano, de la igualdad ontológica de todos los seres humanos, del valor
incalculable de cada compatriota, de las diferentes poblaciones de la sociedad
peruana en su conjunto y de la múltiple e innita riqueza de sus expresiones
culturales, superando la clasicación injusta y vergonzosa de seres humanos de
primera y de segunda categoría. Este reconocimiento debe superar la simple
tolerancia o el puro enunciado de los Derechos Humanos, abriendo paso al respeto
y la estima, fundamentales para erradicar el miedo y el desprecio históricos hacia
jóvenes, mujeres, pobres e indígenas. Sin este cambio, las élites seguirán oscilando
entre el clientelismo paternalista y la violencia represiva. La transformación
necesaria no es solo institucional y legal, sino también política, económica,
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ideológica, social y cultural, implicando a todos los actores sociales: Estado,
partidos, medios, escuelas y familias. El reconocimiento es, por lo tanto, un proceso
consciente de larga duración, que requiere modicar sentidos comunes arraigados
y eliminar prejuicios seculares. Solo a través de una reconstrucción estructural y
cultural podrá consolidarse una ciudadanía auténtica. Sin este esfuerzo sostenido,
la comunidad nacional seguirá siendo una promesa incumplida.
Desde el aporte de Degregori, la reestructuración institucional en el Perú
debe realizarse no solo porque sus instituciones son débiles o corruptas. Es de
justicia, urgente y necesaria, realizar un proceso profundo de reingeniería interna
de las instituciones para la construcción del Estado moderno. Entre las primeras, el
sistema educativo estatal y el servicio militar obligatorio. Estas instituciones, que
fueron inicialmente diseñadas para integrar y unicar a la nación, han sido
distorsionadas por proyectos autoritarios, como el caso del “senderismo terrorista
inltrado en la educación, pervirtiendo sus nes humanizadores necesarios en la
formación de los niños, y el “ostracismo elitistaen las Fuerzas Armadas impidiendo
su presencia integradora en la sociedad civil y su relación de cercanía formativa con
los jóvenes. Al ser fundamentales en la construcción nacional, ambas instituciones
no cumplieron su misión nuclear, porque estuvieron marcadas y controladas por
proyectos que niegan la pluralidad y el reconocimiento de las diferencias. Por lo
tanto, se hace urgente y necesario un esfuerzo sostenido por construir un país
democrático, donde los ciudadanos sean libres, iguales ante la ley, cumplidores de
sus deberes, respetuosos de los derechos y de la diversidad cultural.
Conclusiones y sugerencias
La crisis política en el Perú ha debilitado la democracia, generando
desconanza en las instituciones estatales. Sin embargo, la presencia de las Fuerzas
Armadas, al actuar como un pilar de protección, desarrolla una misión crucial en
momentos de crisis, porque preserva la identidad nacional y encarna los valores
patrióticos necesarios para subsistir como nación, garantizando la integridad
territorial y la seguridad nacional, factores fundamentales para la vida en sociedad
democrática, justa y pacíca. Su acción vigilante y protectora es clave para superar
los graves efectos de la corrupción y las divisiones sociales, brindando estabilidad
a las comunidades más afectadas y alejadas. El fortalecimiento de su rol como
garantes del orden y de la cohesión social es esencial para recuperar la conanza
pública.
La debilidad del Estado frente a las amenazas externas y la falta de gestión
territorial efectiva han puesto en evidencia la necesidad de una presencia militar
activa en las fronteras y zonas de conicto. Las Fuerzas Armadas del Perú no solo
deenden el territorio; estas se anticipan a situaciones de riesgo, aplicando la alerta
temprana, protegiendo a la población y garantizando el acceso a recursos tan
esenciales y escasos, como el agua y los alimentos. Su capacidad para intervenir en
la protección de las comunidades vulnerables en zonas alejadas de nuestro
territorio muestra su autoridad cercana y protectora que es fundamental para la
soberanía y la estabilidad del país. Por este motivo, la futura reestructuración
territorial e institucional debe incluir esta presencia vigilante, activa y benefactora
de las Fuerzas Armadas como institución fundacional y tutelar de la Patria.
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Filosofía de la presencia de las Fuerzas Armadas
Las Fuerzas Armadas del Perú han evolucionado para enfrentar no solo amenazas
externas, también brindan, en el frente interno, apoyo en situaciones de
emergencia y desarrollo social. Su presencia efectiva se extiende a áreas como el
combate contra actividades ilícitas, la provisión de ayuda humanitaria y la
construcción de infraestructura estratégica para el desarrollo del país entero, como
los puentes y las carreteras. En este contexto, se presentan como actores
fundamentales para la seguridad y el bienestar de la población, desempeñando un
rol integral en la protección de la Nación. Este enfoque nuclear fortalece su vínculo
con la sociedad, consolidando su función al servicio a la Patria, trascendiendo el
tiempo y el espacio.
La globalización y los retos transnacionales han redenido el papel de las
Fuerzas Armadas del Perú, que ahora también contribuyen activamente en la
construcción de la paz y la protección ambiental. Su rol se extiende a ejecutar
actividades de ayuda humanitaria internacional, como el apoyo a los países en
situaciones de desastre. Este enfoque de "seguridad humana" reeja su función
previsora y protectora, que se adapta a las nuevas demandas del contexto global. La
presencia de las Fuerzas Armadas del Perú contribuye de manera oportuna a
establecer condiciones justas para la paz entre las naciones.
La transformación constante de las Fuerzas Armadas del Perú garantiza que
estén preparadas para enfrentar amenazas tecnológicas y estratégicas, sin perder
su rol tradicional de protección de la integridad territorial frente a las amenazas
externas. Esta modernización no solo abarca la adaptación de sus capacidades
militares, sino también un enfoque centrado en la alta formación cientíca,
tecnológica, humanística y cultural de los militares para el cumplimiento de
misiones multipropósito, polivalentes e integrales en benecio y protección en
todo el territorio nacional. Su comprobada capacidad en intervenciones ecientes
y rápidas, en emergencias y en acción social, es fundamental a la hora de garantizar
la seguridad de toda la ciudadanía. Además, la actualización constante de su
estructura jerárquica y la formación continua de todos sus miembros es clave para
su presencia ecaz como garantes de la paz y la estabilidad interna, y al mismo
tiempo, para ejercer contundentemente la disuasión frente a toda amenaza externa.
La modernización y la transformación continua de las Fuerzas Armadas del
Perú, con la oportuna y adecuada nanciación del Estado, hará posible la
adquisición e integración de los necesarios recursos humanos, tecnológicos y
organizativos, consolidando su capacidad para desempeñar su función protectora
del sistema social y de factor integrador de las redes de comunicación. Este modelo
DOTMLPF-P asegura que las Fuerzas Armadas sean ecientes, tanto en su rol
defensivo, como también en la protección frente a amenazas no convencionales. Su
presencia constante en tareas de rescate y ayuda humanitaria demuestra su
compromiso con el bienestar social. De este modo, se consolidan como actores
fundamentales en la seguridad y el desarrollo nacional, y como referentes
cualicados en la geopolítica regional de América del Sur.
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La formación del personal militar en el Perú debe incluir no solo
habilidades operativas, tácticas y tecnológicas, sino también una cultura
humanística para revalorar nuestra milenaria historia y los principios losócos y
los valores morales de nuestros antepasados, unido al conocimiento práctico de las
comunidades locales y su riqueza cultural, de sus usos, tradiciones y costumbres,
preparación esencial para relacionarse respetuosamente con todos los sectores de
la población. El poder blando y benefactor, basado en la capacidad de colaborar
con las poblaciones, refuerza la presencia y la misión de las Fuerzas Armadas como
protectores y mediadores altamente ecientes en situaciones de conicto. Su
enfoque en la empatía y la construcción de relaciones sólidas con las comunidades
locales fortalece la legitimidad y el éxito de sus misiones. Así, las Fuerzas Armadas
no solo protegen a la nación, sino que también fortalecen y consolidan la
estabilidad social y la cohesión interna del Perú en contextos internacionales.
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